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GALANG – M.I.A.
Del álbum Arular (XL Recordings, 2005)
Maya Arulpragasam es lo que podríamos llamar una mujer paradigmática de mi generación. Yo, como ella, soy de esa generación X que no tiene metas ni ideales, bombardeada por el ultraconsumismo, en un ambiente político corrupto, y que vive intensamente cambios tecnológicos como internet y sociales como la caída del muro de Berlín. No tenemos espectativas de futuro, somos apáticos, carecemos de interés por cambiar el mundo. Esto es lo que dicen por ahí.
Pero yo veo en M.I.A., quien para empezar se ha puesto el guerrillero alias de «Missing In Action», otras cualidades. Dando una vuelta por internet me encuentro las mil y una censuras que ha sufrido tanto en su música como en los vídeos. Sí, la misma censura que la generación anterior de España, la que vivió el franquismo, sufría por parte del régimen. Sólo que ahora ese régimen es mundial y lo representan los grandes intereses multinacionales y políticos. ¿Y no hacemos nada? Pues es precisamente mi generación de la apatía la que se mueve con mayor fiereza contra esos estamentos. Bajo mi punto de vista, la anterior oleada juvenil, que vivió la rebeldía hippie, chocó efectivamente contra el sistema establecido en su adolescencia y juventud. Y sin embargo, son aquellos jóvenes rebeldes los ultraconservadores o puritanos de hoy en día. O simplemente neocapitalistas que superponen la cuestión económica a cualquier otro valor.
Es cierto que mi generación ha vivido una adolescencia neutra, marcada por un rock alternativo tipo burbuja, con mensajes más personales e introspectivos que sociales. Pero conforme hemos ido madurando nos hemos dando cuenta de qué es lo que queremos cambiar, y en lugar de vivir en paralelo a una sociedad «estandarizada» intentamos ir dando pequeños pasos en otras direcciones, gracias a herramientas como ésta, internet. De aquellos jóvenes autocomplacientes que fuimos han surgido hordas de ciudadanos inconformistas con el sistema que tratan de ir resquebrajando los pilares del sistema imperante. El Imperio Romano no fue destruido, se desgranó poco a poco.
Nuestra guerrillera de hoy hace uso de su verbo y su imagen para vender discos, eso es evidente. Un buen escándalo conviene a una campaña de promoción. Lo normal es utilizar el sexo para motivar mensajes de rechazo del ultraconservadurismo, aunque el hip-hop siempre se ha valido también de la violencia o el racismo. M.I.A. se mete en camisa de once varas: nos habla de las guerras que Occidente nos oculta (de ninguna en concreto y de todas) y también de una de las peores lacras sociales que vivimos, el control que ejercen los medios de comunicación sobre las masas, fomentada por la opinión, aún extendida, de que «si sale en la tele, será verdad».
Es difícil meterse dentro de unas letras que sugieren más que atacan, y que hacen uso del habla londinense de la calle. En cualquier caso, alusiones concretas han hecho que Estados Unidos le niegue el visado, que Youtube retire su vídeo «Born free», dirigido por Romain Gavras (por cierto, os recomiendo su visionado en Vimeo), que la MTV suprima letras incluso durante emisiones en directo… Ella mantiene la actitud de mi generación: mirar para adentro con frases tan románticas como «la creatividad es la única cosas que no me pueden quitar». A mi lo que me interesa es hacia donde está focalizada esa creatividad de la que habla. Ya no abusamos del mundo interior como en los 80 y 90; ahora también es posible dar un par de pedradas a los totemizados políticos y empresarios.
Yo he ido notando ese cambio de actitud en mí mismo. La caída de los comunismos supuso para nosotros, que iniciabamos la veintena en aquel entonces, el mazazo definitivo a la única alternativa que generaciones anteriores nos ofrecían. También ha supuesto, ahora que todos entendemos que el capitalismo y la democracia son igual de inviables (o menos, si cabe), la necesidad de buscar nuevas vías. Pensaba que la única alternativa era la de mi admirado Underwasser, quien en plena fama como arquitecto y pensador se largó a vivir en las selvas de Nueva Zelanda, donde pasó sus últimos años alejado del sistema. Esa sería la alternativa hippie, precisamente.
Hoy puedo decir que confío en la posibilidad de una lucha interna y muda, disfrazada de conformismo, en lo que podríamos denominar un cancer del sistema. MIA se encuentra plenamente integrada en el sistema capitalista musical imperante, el mismo que pretende acabar con las descargas por internet o que magnifica la importancia del derecho de autor (que cuando es lucrativo, va a parar a las corporaciones, no nos equivoquemos). Ella disfruta del éxito artístico y económico que siempre han significado la adaptación a dicho sistema. Pero vende gracias a sus mensajes, a su carácter rebelde, de modo que encontramos cómo la industria musical «agredida» por estos mensajes (las cadenas de televisión y radio, las compañías discográficas, las políticas de estado sobre derechos de autor) está a favor de esta música, la que tiene éxito y vende, sobre todo si no implica un alto gasto de producción e implica magros ingresos. Esa es la paradoja que podría llevarnos a otro estadio en el mundo de la música actual.
No os he hablado sobre la música en si, sobre los sonidos ultracomprimidos de esa Roland MC-505 que domina el tema, ni sobre la forma tan personal y sugerente que tiene MIA de lanzar sus mensajes. Ni siquiera he comentado la más típico cuando se habla de ella, su infancia, el desarraigo, el padre guerrillero en Sri Lanka. Dejo para otra ocasión un comentario en ese sentido. Hoy me parecía más interesante filosofar en voz alta, con la música como excusa.
Un regalito para vuestros oídos: la versión que el Vijay Iyer Trio hace de esa canción. Pasada definitivamente la fiebre del Acid Jazz, proliferan este tipo de trios (piano, contrabajo y batería) haciendo covers de música pop, rock e incluso comercial actual. A mi me ha gustado esta, con una conclusión un tanto flojilla, pero un ritmazo tremendo.
SINGING IN THE RAIN – Gene Kelly
Letra de Arthur Freed y música de Nacio Herb Brown, publicada en 1929. Utilizada en la película homónima (Metro Goldwyn Mayer, 1952)
Parece que nuevamente se nos chafan unos días de descanso con la lluvia, tan necesaria por mis tierras pero tan inoportuna a veces. Por eso me he planteado poner al mal tiempo buena cara, como hace magistralmente Gene Kelly en esta famosa escena. Verle bailar y cantar bajo la lluvia te pone inmediatamente de buen humor :D
Como sucedería con muchas otras canciones, y con la música en general hasta hace unos 50 años, se trata de interpretaciones de temas antiguos. La originalidad no estaba sobrevalorada, como así ha sido a finales del siglo pasado y, si bien hoy día es posible ver renacer un interés por la música y no por la novedad gracias a las remezclas (en este post, una de ellas), sí es cierto que seguimos considerándolo segundo plato ante la «nueva obra».
En resumen, que se trata de una canción que aparece por primera vez en la película «Hollywood Revue of 1929» de dicho año, y que seguirá teniendo bastante presencia cinematográfica hasta el año 52, en que se estrena «Singing in the rain». Os pongo tambien la versión antigua porque es interesante la comparación. Escuchamos una clara evolución en los sistemas de grabación, ya que es posible que la del 29 se realizase con la clásica campana de gramófono, mientras que la del 52 utiliza, por supuesto, los micrófonos. También se aprecia el ruido que dejan los discos, probablemente de cera, del gramófono, algo que desaparecerá con la grabación magnética. Eso sí, la versión de Gene Kelly ha sido, con total seguridad, remasterizada y pasada por todo tipo de filtros que habrán reducido el ruido de las cintas al mínimo, cosa que no sucede en la otra versión. Pero podemos apreciar más diferencias que el ruido: la nitidez de los instrumentos, especialmente la presencia de graves en la más moderna, e incluso el tipo de voz empleado.
Hemos de tener en cuenta que el micrófono supuso una modificación notable de la forma de cantar, ya que permite disfrutar de texturas y matices de la voz que anteriormente no habríamos percibido. La voz de Gene Kelly, por ejemplo, tiene un agradable timbre, bastante mate, sin brillo. Es como si acabase de salir de un resfriado. También se aprecia falta de potencia, subsanable gracias a la amplificación del micrófono, si bien le resta emotividad a alguna de las partes. Por último, y a título muy muy personal, prescindiría de los «gallitos» que utiliza en un par de ocasiones como adorno vocal.
Parece que tan sólo estoy poniendo pegas a la interpretación del bailarín, a quien considero mucho más esto último que cantante, pero no es así. Ese sonido sin brillo ni potencia se convierte en característico del actor, aporta naturalidad y cercanía, es como si estuviese cantando tan sólo para nosotros. El cantante antiguo, con su gran potencia y amplitud vocal, resulta muy extrovertido y tiene mucho más complicado ese grado de intimidad que permite el micrófono (aunque los grandes lo consiguen, claro está).
La instrumentación y el ambiente del acompañamiento también ha sufrido notables cambios de una versión a otra. En el 29 estaba triunfando el swing de las big-bands por toda América, con su melodía principal en trompetas o clarinetes y la improvisación de saxos o trombones, herederos aún del Dixieland de banjo. Más de 20 años después, una película musical requería toda una orquesta (cuerda, viento y percusión). Queda latente el swing sinfónico, remarcado por el claqué de Kelly, pero serán los violines y flautas traveseras quienes llevarán el peso melódico, salvo en ocasiones en que pase a otro instrumento para dar mayor intensidad (metales) o variedad tímbrica (clarinetes o incluso el glockenspiel), pero manteniendo el carácter melódico romántico de la cuerda. Los compositores de cine musical, como se venía haciendo años atrás, recuperan el estilo sinfónico decimonónico. Justo lo contrario que venían haciendo los compositores contemporáneos de música «culta» para conciertos.
En cualquier caso, esta canción y todos sus aditamentos no son nada sin lo importante de la escena: Gene Kelly bailando (y cantando) bajo la lluvia. La escena es, a mi parecer, redonda. Dan ganas de salir a la calle y chapotear un rato.
Por cierto, como en otras ocasiones os encontraréis con el desagradable mensaje de «Video desactivado por solicitud». He buscado y rebuscado pero no hay manera. Me estoy planteando cómo hacer para que podáis escuchar (y a ser posible ver) estas escenas sin tanto rollo, pero desgraciadamente el negocio es el negocio y no entiende de gente que comparte sus cosas.
Versión de 1929:
También aparece una parodia de la película en mi adorada «La naranja mecánica» de mi amado Stanley Kubrick. Impresionante (y violentísima) escena de 1971:
Recientemente nos encontramos con una remezcla realizada por Mint Royale para un anuncio que toma la escena «prestada» de la película:
MONSTER MASH – Bobby ‘Boris’ Pickett and the Crypt-Kickers
Single producido por Gary S. Paxton en 1962.
Veinticuatro añitos recién cumplidos tenía este mocetón cuando salió al mercado su gran y único éxito, obteniendo ventas millonarias y logrando el número uno del Billboard Hot 100 las dos semanas previas a Halloween del año de publicación del single. Volvió a entrar en lista en el 70 y en el 73 (coincidiendo con el apogeo glam, mira que casualidad) y se ha convertido en un clásico para la noche de Halloween. No lograría ningún éxito más de este tipo, entrando en lista con un par de singles más, pero mucho más abajo. Es uno de esos casos a los que en Clásicos Populares de RNE llamaban el «monoéxito» (creo recordar), compositores que lograron una tremenda fama con una sola obra, siendo el resto de su producción musical prácticamente desconocida.
Y ha sido otro programa de radio, El Sótano de Radio 3, el que nos ha devuelto el tema a la memoria, siendo usado como sintonía de una de sus secciones. Cuando llevo la radio puesta en el coche y suena este tema es absolutamente imposible dejar de bailar como un teleñeco, cabeza balanceante, brazos en twist y piernas inexistentes (voy en un coche, necesito las piernas para conducir Xd). Tuvo el señor Pickett, por tanto, larga fama, pero siempre con este éxito, que le permitió innumerables secuelas, de las que ofrezco una de 1985 llamada The monster rap con increíbles sintes analógicos y un imperdonable estribillo :S
Es curioso, escuchando la versión ochentera, notar cómo la novedad del rap no fue la del «canto-recitado», algo que se venía haciendo desde hacía muchísimo (os habréis fijado que la versión del 62 hace uso de la técnica), sino cuestiones más profundas como las bases pre-grabadas y la electrónica y, sobre todo, la rítmica textual unida a la improvisación lírica que inclina la clásica balanza poesía-música a favor de la primera. Ya ampliaremos la cuestión.
De hecho, el punto de partida de esta canción es muy narrativo. Pickett se fue a Hollywood a los 21 añazos a probar suerte, terminado su inevitable paso por la armada americana. Simultáneamente al desarrollo de su carrera como actor, probó suerte con otra de sus pasiones, el rock and roll y el doo-wop, cantando con un grupo llamado The Cordials con los que a menudo realizaba una imitación de Boris Karloff de mucho éxito. Uno de los músicos, Lenny Capizzi, le sugirió que hicieran una novelty song, una canción cómica sobre dicha imitación que hablase de monstruos. Por entonces había vuelto con fuerza el twist en una variante que se conocía como «Mashed Potato» (en especial gracias a la canción «Mashed potato time»). Además de la imitación de Karloff, y para completar este «puré de monstruo», hay una referencia al Drácula de Bela Lugosi en la frase «Whatever happened to my Transylvania Twist?».
Una absurda historia en la que un científico loco crea un monstruo que traerá al mundo un nuevo baile. Éste se convertirá en un gran éxito cuando se celebra una fiesta con otros monstruos. Os podéis imaginar lo bien que cayó esta canción cuando se estaba componiendo la banda sonora de «The Rocky horror picture show», ¿verdad?
Por cierto, gracias, frikis del mundo, que nos permitís ver cómo eran esos 7 pulgadas de entonces :D
La mencionada versión del 85, «Monster Rap»:
VUELVE CONMIGO A ITALIA – Hidrogenesse
Del álbum Bestiola (Austrohúngaro, 2008)
Se acerca el fin de la sequía estival que caracteriza a estas tierras y que yo he aplicado a este blog. Llegó el momento de volver al trabajo plenos de energía, apuntarse a un gimnasio, empezar una interesantísima colección sobre vajillas decimonónicas o aves de corral y retomar el posteo con más ganas que nunca.
Y conste que no es cierto que haya estado todo el verano mano sobre mano. De hecho, ha supuesto el comienzo de nuevas andanzas musicales, que ya avancé en un post anterior y que puedes escuchar pinchando aquí.
Leyendo el título de este artículo podría pensarse que me fui a veranear a Italia y vengo en plan nostálgico. No es así, queridos/as. Se trata de un viaje que hice con el instituto en primavera, el fin de curso de 1º de Bachillerato, y cuyas fotos he aprovechado para montar en un vídeo colgado en vimeo. Ellos lo pasaron bien, nosotros lo pasamos bien… todo estupendo (pa que luego digan). Esta canción forma parte de dicho montaje, como no podía ser de otro modo. De hecho, acompaña los créditos finales :)
Y es que el dúo barcelonés logra captar la atmósfera del recuerdo. El deseo de volver a visitar esos sitios que nos fascinaron y que probablemente son más bonitos en la memoria de lo que lo fueron en su momento.
Siempre haciendo alarde de un loable sentido del humor que hace que las letras sean parte fundamental de su trabajo, Hidrogenesse se emplea a fondo en esta ocasión con la parte musical. Un sólido tecno pop (en su acepción española) que destaca entre muchos de sus temas, inmersos en un tonti-pop de escaso valor musical. Los sintetizadores, el vocoder y una caja de ritmos que marca el contundente avance de la música son sorprendidos por un piano (quiero pensar que electrónico) que nos transporta a los años dorados del synth pop.
Recuerdo que, cuando la escuche por primera vez, lo que más llamó mi atención fueron las modulaciones que se producen en lo que podríamos llamar estribillo (concretamente al decir «cutre y barata»). Ese giro armónico dota de nuevo impulso a una música que podría haber resultado con facilidad repetitiva. Todo un acierto.
Sería absurdo querer hacer un análisis más pormenorizado de una canción que debería gustar por la sencillez. Hay bastante densidad de sonidos electrónicos, pero eso no debería más que hacernos sentir ese empuje que proporciona la buena música, la que parece ser de construcción simple. Como simple es (a mi juicio por exceso) el vídeo que acompaña a las imágenes. Imagino que verían, como yo, el giro d’Italia en aquellas tardes veraniegas del pasado y que han querido homenajear una época. Desde luego, con la música lo han logrado.
HALFWAY HOME – Morgan Van Dam
Música del anuncio «White and orange lights» de Ford Focus Sound (2009)
La que os traigo hoy al blog es una música que, de alguna manera, responde a una concepción no romántica del mundo. Es interesante cómo nos hemos llevado todo el siglo XX queriendo librarnos de las ataduras del artista romántico sin lograrlo. Al menos sin lograrlo en un sentido amplio: individualismo en los creadores, concepto elevado del arte, dirigido a un público burgués… Esta ha sido la tónica.
Todos conocemos los intentos de numerosos artistas por escapar del influjo romántico. En lo musical empieza con el impresionismo y el dodecafonismo, líneas musicales fuertemente ancladas en la tradición anterior (por su proximidad). Ya en la segunda mitad del siglo XX, ideas como el anti-arte posicionan al artista en las antípodas estilísticas del arte romántico. Estilísticas, que no conceptuales, ya que seguimos hablando (por lo general) de artistas enaltecidos por su obra y de creaciones dirigidas a un público que espera con avidez el comentario del crítico de turno. Paradójicas son las ventas millonarias de la lata de «mierda de artista» de Piero Manzoni o los aplausos que reciben obras dadaistas o conceptuales de un público snob que sabe muy bien lo que aplaude pero que lo raro le parece siempre bien. Y lo dice un verdadero amante de la música del siglo XX.
Un simple anuncio de coche es capaz de hacer todo esto con una naturalidad que jamás hubieran imaginado aquellos artistas de vanguardia. La concepción no romántica de la música que nos presenta vendría determinada por los siguientes elementos:
1º En su concepción estética han influido cuestiones relacionadas con la venta de un producto, en especial el público al que va dirigido el producto; el auditorio potencial será el de todos aquellos que puedan ver el anuncio por la tele, es decir, cualquiera hoy en día, si bien debería estimular en concreto a un sector de este público susceptible de comprarlo. Es música publicitaria que en este sentido dista poco, al fin y al cabo, de la que ya se había hecho antes.
2º Los burgueses del XIX estaban ávidos de conciertos públicos y reuniones sociales en que demostrar un estatus social elevado. El siglo XXI nos trae una nueva forma de entender la relación música-público. Ahora es la propia música la que busca su público, que se encuentra con ella en mil y un formatos diferentes. Obras como 4’33» buscaban sintonizar arte y vida, introduciendo de alguna forma la vida en el arte. Hoy en día es la música (el arte) la que se ha introducido en nuestra vida cotidiana, en un principio a través de la radio o la televisión, más adelante gracias a los móviles, los mp3 o la música del supermercado, por poner algunos ejemplos.
3º Esto también se venía haciendo anteriormente. Sin embargo, todo autor, sea de la melodía de apertura de una serie de televisión o de un tono de móvil, ha pretendido conservar sus derechos de autor, concepción también decimonónica, por cierto. Tan sólo las recientes corrientes de copyleft, iniciadas por el desarrollo de software libre allá por los 80, han abierto las puertas a una auténtica revolución del concepto de autoría. Este caso es particularmente interesante, puesto que la música ha sido realidad por una empresa, la productora Morgan Van Dam: es, por tanto, una obra colectiva en que el individualismo del artista queda mitigado.
4º Pese a todos los condicionantes anteriores, en su composición se ha cuidado al extremo la calidad estética. No se han limitado a procurar un buen resultado publicitario, sino que verdaderamente se ha creado un tema de tipo indie o dance-punk que podría pertenecer a cualquiera de los grupos del mercado. Según topmusicablog.com, «Suena como a una fusión de beats de varias canciones de Razorlight, The Feeling y Phoenix mezclado con el In My Arms de Kylie Minogue».
5º Estas músicas escapan de los análisis «serios» realizados por revistas especializadas (es paradójico que lo diga mientras analizo el tema Xd). Los oyentes burgueses esperamos dar una opinión de calidad, para lo cual a menudo recurrimos al crítico de turno que nos diga qué tal suena esto o aquellos. Pero el crítico no se detiene a analizar la música de un anuncio: esta cumple su función y punto.
6º Por último, pero no menos importante, el formato discográfico desaparece en favor de las nuevas fórmulas de distribución musical. En principio sólo parece posible disponer del tema a través de la red, gracias al omnipresente Youtube y formatos similares. La idea de una colección de canciones se ve sustituida por la inmediatez de la canción suelta.
Cuando nos encontramos con estas músicas que se alejan de los patrones decimonónicos con los que valoramos el arte, solemos caer en prejuicios que nos impiden apreciar con justicia lo que nos ofrecen. Es necesario aplicar otros criterios para valorarla adecuadamente. «Halfway home» no es una de las mejores canciones de la década, ni a buen seguro resistirá el paso del tiempo. Sin embargo, hoy por hoy nos permite plantearnos lo que puede llegar a ser la música si somos capaces de enfocar todas estas novedades desde un aspecto positivo.
He aquí el anuncio en el que aparece la música.
SING, SING, SING (WITH A SWING) – Benny Goodman Orchestra
Extracto de la película Hollywood hotel de Busby Berkeley, 1937
Está considerado como uno de los mejores temas de la «Era del swing» (si no el mejor) y con todo mérito. Habían pasado un par de años desde que Benny Goodman y su banda triunfaron en el «Palomar Ballroom», cerca de Los Ángeles, tras una gira de escaso éxito. En esta actuación podemos encontrar las raíces del jazz en que se fundamenta «Sing, sing, sing», y que va más allá del sonido dulzón de melodías pop que solían interpretar. La de Goodman era una big-band blanca que había tenido gran éxito en la costa este con el programa radiofónico «Saturday night Let’s Dance» de la NBC. Tras la citada gira, que pasaba por estados de la costa oeste a los que el programa llegaba a horas demasiado tempranas y que, para colmo de males, no estaban demasiado acostumbrados a una banda blanca tocando jazz, Goodman estaba cansado de encontrarse con una audiencia indiferente o incluso hostil. Por eso, cuando estaban tocando en este ambiente en el «Palomar Ballroom», final de su gira, Goodman dijo a sus muchachos: «Al infierno con esto, si vamos a hundirnos, deberíamos caer ‘swingueando’ «, y se lanzaron a tocar el tema «King Porter Stomp». A partir de ese momento la muchedumbre enloqueció, y los medios tiempos, los números suavones se volvieron temas «calientes».
«Sing, sing, sing» fue en su origen una melodía de Louis Prima (otro día pondremos algo de su «The wildest») y en principio iba a ser cantada, como su nombre indica. Sin embargo, los fantásticos instrumentistas de la banda añadieron pasajes y citas de otras canciones (en este artículo, dos versiones distintas ;)). Pero será la batería de Gene Krupa la que quedará como motivo reconocible durante todo el tema. Parece ser que una noche el baterista se negó a parar en su debido momento, hecho que aprovechó Goodman para hacer un solo con él.
En la pieza se suceden pasajes de batería, en que se aprovechan las cualidades de «showman» y la energía de Krupa, con potentes riffs de los metales que se van superponiendo y otras apariciones puntuales de trompetas, el clarinete de Goodman, etc. Solía servir como broche final a las actuaciones de la banda, si bien requiere tanta energía en su interpretación que se convirtió en un problema para algunos de los solistas. Pero el mayor problema surgió del hecho de que los fans buscaban los autógrafos del baterista antes que los del lider de la banda. La cosa terminó mal, como podréis suponer: Krupa se montó su propia banda. En cualquier caso, podéis escuchar aquí una maravillosa versión del año 57 con Elmer J. (Mousey) Alexander a la batería.
Lo que más me fascina de «Sing, sing, sing», además de la potencia rítmica que contiene (un percusionista lo tenía que decir) es la similitud con estructuras más modernas, especialmente dentro de la música electrónica. Parece realizada por secuenciadores que repiten con insistencia fantásticos patrones que te llevan a momentos de tremenda intensidad, para inmediatamente desaparecer. El jazz-house de St. Germain, si no fuese por el punto ambient, está construido de forma similar ¿no?
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=3mJ4dpNal_k%5D
De la película Hollywood hotel (1937), con Gene Krupa a la batería.
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=uE3QzVIMq_s%5D
Actuación del año 1957, con Elmer J. (Mousey) Alexander a la batería.
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