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MOVING – Macaco


Del LP Puerto Presente (Mundo Zurdo – EMI, 2009)

Hace unos días recibimos en el correo un mensaje publicitario en el que se nos instaba a hacer nuestro blog «ecológico». La idea es sencilla: apadrinando un árbol se supone que las emisiones de CO2 que genera este blog quedarán neutralizadas por 5 años. De hecho, ni siquiera hay que poner dinero. Es una iniciativa de proTierra y parece ser que entronca con otras similares en Europa con las cuales se «salvaran» árboles.

Hemos decidido aceptar la iniciativa. Parece que ahora es necesario apadrinar árboles o nos los cargaremos para construir bancos (de los de madera) o construir bancos (de los que hay que rescatar por financiaciones irregulares y barbaridades varias). Sorprendente.

Ofertas CO2 neutral

Disculpad el sarcasmo que me inunda, me dejo llevar por la posmodernidad. En cualquier caso, la propuesta ecologista se aloja en una empresa que, paradójicamente, nos ofrece un listado de tiendas que producen altísimas dosis de CO2 fabricando en la conchinchina por una miseria y flotando aviones con productos que venden a precios notables. Sí, soy de los que mira las etiquetas de «made in» y procura que la producción sea lo más cercana posible para evitar largos desplazamientos y reducir efecto invernadero. Es decir, trato de comprar lo mínimo en las tiendas del grupo Inditex, por poner un ejemplo.

¿Me parece esta campaña «proarbolado» positiva? Sí, pero lo sería mucho más si la página que aloja dicha campaña incluyese comercios locales en los que comprar productos locales. Así sí que reduciríamos notablemente la huella ecológica.

Tras la perorata ecologista que precede iré al grano: la música. Música que trate el tema medioambiental… no, no hay mucho de calidad en este asunto. Pero dándole vueltas mis oídos recalaron en este «Moving» de Macaco. Una canción que funciona de maravilla a todos los niveles y que, de alguna forma, entronca a la perfección con esta propuesta de proTierra. Porque es una música que trata el tema de la tierra, que busca la concienciación, pero que permanece en la superficie, que no se moja a todos los niveles en el asunto modificando las conductas propias.

Aún así, para mi es un temazo muy bien construido. La percusión que lo introduce es perfecta, alejada de la convencional batería y a la vez tan cercana a ella, realizada con un tambor (o bombo) que suena a popular y a latidos y unas palmadas que nos sitúan en una colectividad. La tierra y sus habitantes que laten en comunidad. Y que, por cierto, los aleja de su habitual reggae para meterse de lleno en el pop. El acompañamiento de guitarras y voces por aquí y por allá nos sitúa en el entorno de la fusión española, ese género ambiguo que, sin renunciar a voces aflamencadas o copleras ni a recursos directamente tomados del flamenco, se mueve también dentro del ámbito del pop convencional (Chambao o Muchachito Bombo Inferno, verbi gratia). En este caso, dado que la voz principal de macaco no tiene ese carácter, hacen uso de una voz sampleada para darnos sensaciones «españolas», la guitarra y el ritmo de palmas, que bien podría ser de una rumba.

Otro acierto, a mi juicio, es la letra. De nuevo fusión, en este caso de english-español-scat. No soy amigo de los grupos españoles que cantan en inglés. Creo que, salvo excepciones, lo normal es que no logren desarrollar un buen texto en un idioma que no es el suyo. Sin embargo, es innegable que el inglés se va convirtiendo en el latín del siglo XXI, y que la presión mediática que lleva años inundando nuestros televisores, radios y ordenadores hace mella. Por eso me parece idóneo ese refrito de spanglish en el que nos podemos sentir igual de cómodos usando el inglés que nuestra lengua natal.

Desde una perspectiva global, en «Moving» tenemos una canción pegadiza, llena de un ritmo positivo que hace que se te muevan los pies y con un interesante texto que nos pide que seamos conscientes del planeta en que vivimos, del deterioro que está sufriendo por nuestra culpa y nos insta a que nos «movamos» en su favor. Todo ello en un contexto de videoclip lleno de famoseo, con lo que el alcance del mensaje se multiplicará por mucho. ¿Qué objetivo persigue una campaña como esta? Me temo que sólo una: la obtención de beneficios. Al final la concienciación es mínima, y seguimos haciendo lo mismo que antes pero intercalando de vez en cuando un mensajito en FB de «Hay que ver cómo está la cosa» entre el de «Me he partido el naka con este vídeo» y «Finalaza la de ayer en el estadio del Milan».

Una canción como esta, con un alcance mediático tan global e intenso, podría haber sido perfecto para iniciar una fuerte campaña que redundase en el consumo responsable de los recursos naturales por parte de todos nosotros. Desde el ahorro energético hasta el reciclaje pasando por el consumo de productos locales y reutilizables o la prevención de incendios, ya que empezamos hablando de árboles.

Esto es como la reforma laboral de la crisis. Pedir a los de abajo que hagan grandes esfuerzos mientras los de arriba no reducen sus márgenes de beneficio (según afirma el Gobernador del Banco de España). Pedir al ciudadano de a pie que cuide el planeta mientras muchas grandes empresas lo descuidan. Pero lo cierto es que esas grandes empresas producen para ese ciudadano de a pie, y si las campañas publicitarias nos inducen a realizar un consumo responsable de esos productos (energía, transporte, turismo, residuos, ropa… lo que sea) las multinacionales tienen la necesidad de, cuanto menos, maquillar su producción, de poner la etiqueta de «somos responsables con el planeta».

¿Una utopía? No sé, de nosotros, como ciudadanos de a pie, depende. De momento vamos a ponernos nosotros la etiqueta de ecológicos y a pensar que es posible ir cambiando tendencias y moderando consumos «anti-planetarios». Empecemos a movernos en la misma dirección que la tierra.

[Un síntoma de mi comentario lo encuentro en el hecho de no poder ver el videoclip de esta canción desde Youtube porque está bloqueado. Y eso que Youtube ya no suele bloquear vídeos, sino que añade publicidad. ¿Qué ingresos creen en EMI o en Mundo Zurdo, o lo que sería peor, los propios Macaco, que van a dejar de ganar?]

Moving – Macaco

Aprovecho la oportunidad para presentaros mi «canción ecológica». Se trata de Algo de La Catedral Sumergida. Un pop muy alternativo sobre todo por lo modesto que es (y tiene que ser) nuestra producción y promoción. Es decir, en este caso hablamos sobre todo de la alternativa a la producción tradicional. La difusión que tiene nuestra música se produce principalmente online (Spotify, myspace, bandcamp), se puede descargar (pagando lo que nosotros consideramos una reducida cantidad) y hemos fabricado un número muyyyyy reducido de copias en formato físico muy sencillote, mono pero sin mil extras que nadie necesita. Si hacen falta más, se harán más, pero si no… ¿para qué generar más basura de la cuenta?

10 junio 2012 at 8:02 am 4 comentarios

À SAINT-GERMAIN-DES-PRÉS – Henri Salvador


Del single ref. 560-181 (Polydor, 1950)

Ayer se celebraba el Día Internacional de la Francofonía, un concepto surgido en 1970 gracias al interés de las antiguas colonias de Túnez, Senegal y Níger. Estos tres países en los que se habla francés, veían en el idioma una herramienta perfecta para integrarse en la comunidad internacional y lograr que esta fuese solidaria con su situación. En la actualidad, la Organización Internacional de la Francofonía, que agrupa a 55 estados, mantiene viva esa iniciativa y tiene entre sus objetivos no solo la promoción de la lengua francesa sino también de la diversidad cultural. Mientras tanto, en plena carrera electoral, el actual presidente francés Nicolas Sarkozy busca el voto de la derecha más radical arremetiendo contra la población inmigrante. ¿Qué noción tendrá ese electorado ultraconservador de lo francés?

Desde hace ya unos cuantos años me considero a mí mismo bastante francófilo. El descubrimiento de la Nouvelle Vague y del moderno cine de autor (Garrel, Assayas, Carax, Desplechin,…) me hicieron enamorarme de la cultura francesa, que a mi parecer nunca ha tenido los complejos de la española (perdón por generalizar). Así que, durante la carrera, decidí añadir el francés al inglés como asignatura de libre configuración. Durante los dos años que cursé, nuestra profesora Alicia Gascón no solo buscó enseñarnos el idioma, sino también que nos enamorásemos de él y de la cultura francesa. Conmigo lo consiguió sin duda, sobre todo desde aquel día en que nos puso en clase una canción de Henri Salvador.

La canción era ‘J’ai vu’, y pertenecía al álbum ‘Chambre avec vue’ (2000), que por aquel entonces acababa de publicarse. Era un tema lento, orquestado y muy emotivo; parecía casi el resumen de una vida. Tanto me gustó que me descargué el disco en casa (era la época de Napster) y no solo eso, sino que encontré un par de canciones más de Salvador y también decidí bajarlas por ver cómo sonaban. Una de ellas era la que hoy quiero compartir, ‘À Saint-Germain-des-Prés’, y había sido registrada nada menos que medio siglo antes en la cara B de un single de 78 r.p.m. (aunque más tarde ha aparecido en diversos recopilatorios).

En ese año de 1950, Henri Gabriel Salvador tenía 33 años. Había nacido en la Guayana francesa; su padre, de ascendencia española, y su madre, hija de un indio caribeño, eran ambos nativos de la isla de Guadalupe. Así pues, Salvador tenía el mestizaje en la sangre. No es de extrañar, entonces, lo heterogéneo de su trayectoria.

Tras llegar a Francia a comienzos de los años 20, en la década de los 30 comenzó a actuar en los cabarets parisinos; tenía 18 años cuando Django Reinhardt lo contrató como guitarrista acompañante de jazz. Ya en los 40, se unió a la big band de Ray Ventura en una gira por Sudamérica. En la década siguiente se hizo popular cantando rock and roll en francés, con textos de Boris Vian. De 1957 es su canción ‘Dans mon île’, considerada una contribución decisiva al origen de la bossa nova; no en vano, Salvador sería premiado en 2005 con la Orden Brasileña del Mérito Cultural, que recibió del por entonces ministro de Cultura Gilberto Gil, por su influencia en ese popular estilo.

El carácter multicultural de la obra de este músico queda, pues, de sobra demostrado. Y no obstante, la canción que nos ocupa, compuesta en origen por Leo Ferré y grabada por Salvador en 1950, está dedicada a todo un símbolo nacional de Francia: el barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés. Esta zona se hizo popular tras la II Guerra Mundial, cuando se convirtió en el centro de la vida cultural e intelectual de París. Por allí pasaban escritores, actores, filósofos y músicos, en un ambiente en el que se mezclarían el existencialismo, el jazz y, más tarde, el espíritu de la Nouvelle Vague. Personalidades tan dispares e influyentes como Sartre, Beauvoir, Camus, Hemingway, Picasso, Giacometti, Godard o Truffaut, eran clientes habituales en las terrazas de Les Deux Magots y el Café de Flore.

En lo musical, la versión que hace Henri Salvador de ‘À Saint-Germain-des-Prés’ resulta mucho más natural, menos grave y enfática, que la interpretación de Leo Ferré. El francoguayanés se apoya fundamentalmente en su primorosa voz, mientras que su guitarra se adapta a lo que marca el texto y la melodía vocal, de ahí que el diálogo entre ambos elementos fluya con tanta franqueza. En este sentido, ya desde la primera sucesión de evocadores acordes que hace las veces de intro se deja notar la formación de Salvador como guitarrista jazz.

Construida con tres repeticiones de estrofa/estribillo, la canción alcanza su clímax en los últimos versos, cuando el rasgueo de las cuerdas añade un plus de intensidad (“Pourquoi ces grands fauchés / Font du tapage”) antes de un silencio rematado con un sorprendente giro melódico en el último verso (“À Saint-Germain-des-Prés”).

Sin más, veamos un vídeo de la canción elaborado con fotografías de Robert Doisneau, autor de ‘El beso’ (también de 1950, por cierto) y tal vez uno de los artistas que más ha influido en la imagen de París y, por ende, de Francia. Yo aún no la conozco, París, pero gracias a extranjeros como Henri Salvador ya sé cómo amarla.

Como complemento, propongo esta interpretación en directo de uno de sus temas más famosos, ‘Syracuse’ (1963), donde también podemos comprobar la emoción que desprendía Henri Salvador solo con su voz y su guitarra.

el fuego fatuo

21 marzo 2012 at 10:36 am Deja un comentario

AUDIOGUÍAS: La música italiana de los años 50 y 60


LOS AÑOS 50 Y 60: LA MUSICA LEGGERA

Hemos visto que algunos cantantes de la primera mitad de siglo, como Alberto Rabagliati, importaron el estilo de canción melódica que venían haciendo en Estados Unidos cantantes como Bing Crosby o Frank Sinatra. Pero será a partir de los años 50 cuando la música popular italiana sufriría un importante desarrollo, como resultado de la implantación en los hogares de nuevas tecnologías como la televisión, los reproductores de cassette o de discos de vinilo, y que traerían novedades musicales extranjeras a los italianos de entonces. Pero no olvidemos que la base de la música seguiría siendo ese melodismo desarrollado en tantas canciones napolitanas y, sobre todo, en el melodrama operístico.

El primer cantante que muestra un nuevo estilo de pop en Italia es DOMENICO MODUGNO, quien alcanzaría la fama en la segunda mitad de los 50. Fue uno de los pioneros en este género, haciéndose increíblemente famoso por sus cuatro victorias en el Festival de San Remo, en especial por la de 1958 con la canción “Nel blu dipinto di blu”, universalmente conocida como “Volare”, que se convirtió en una de las canciones italianas más conocidas en el mundo. Hasta ese momento, había obtenidos éxitos moderados con canciones como este “L’uomo in frack” de 1954, que conserva la relación menor-mayor de las canciones napolitanas.

Tras aquel Festival de San Remo, Modugno pasó de ser un treintañero cuya carrera no despegaba al más reconocido cantante italiano en todo el mundo, siendo “Volare” la canción italiana más conocida después de “O sole mio”. Fue el único disco de la historia italiana que logró el primer puesto de las listas de éxito estadounidenses (permaneciendo 13 semanas). Ese año alcanzó unas ventas de hasta 800.000 copias en Italia y otros 22 millones en el mundo.

Otro de los cantantes destacables de aquel momento es ADRIANO CELENTANO, quien aportaría a la música ligera el frescor del rock and roll estadounidense, en concreto de su admirado Elvis. Fue muy famoso como cantante, como actor e incluso como director de cine.

Una de sus canciones que le harían más famoso sería “Azzurro” de PAOLO CONTE, en la que se mezcla una melodía pop con un estilo relacionado con las marchas militares, así como la habitual combinación menor-mayor del estilo napolitano. Esta canción se ha popularizado en relación con una versión para la FIFA World Cup de 1990 y en alguna ocasión ha sido usada por la selección italiana de futbol.

Entre las cantantes femeninas de los 60 destaca MINA, quien comenzó grabando los éxitos del rock and roll en inglés en los años 50, ante la fiebre que invadía Italia. Ha sido siempre bastante polémica para la opinión pública, sobre todo desde que en 1962 se quedase embarazada del actor Corrado Pani, con el que no llegó a casarse. A partir de entonces, su popularidad comenzó a crecer, siendo una de las voces más escuchadas de Italia durante los 70. A finales de esta década se retiraría a Lugano, donde instalaría su estudio de grabación, pediría la nacionalidad suiza, cansada de la presión de la prensa, se recluiría en su círculo familiar y no realizaría más actuaciones en vivo. Escuchamos una preciosa canción del compositor ENNIO MORRICONE, famoso por bandas sonoras como “El bueno, el feo y el malo”, “Los intocables”, “En la linea de fuego” e incluso “¡Átame!” de Almodovar.

En esta etapa tenemos que hacer referencia obligada al cantautor LUIGI TENCO, quien comenzó tocando el clarinete en una jazz band, pasó luego a fundar un grupo de rock y, por último, terminó grabando discos en solitario a partir de 1961. Debió ser de una personalidad romántica e introspectiva, algo que se refleja en su música. Pero sobre todo lo demuestra su temprano suicidio a los 29 años de edad, tras ser descalificado del Festival de San Remo de 1967. Escuchamos su sentimental Vedrai, vedrai del año 65. Podemos apreciar ya en estas interpretaciones el estilo de muchos cantantes de décadas posteriores.

No podemos olvidar algunos de los éxitos que más repercusión tendrían en la década, dentro de lo que en España se llamaba la música yé-yé. Hablamos, por ejemplo, de la estrella adolescente RITA PAVONE, que cantaba con gran desparpajo este “La partita di pallone”.

El mismo año, 1963, triunfaba el compositor e intérprete GINO PAOLI con la canción “Sapore di sale”. Se trata de una música muy internacional, con influencias británicas, aunque siempre con el sabor melódico italiano. Como la anterior, y como sucederá en infinidad de ocasiones más adelante, sale en España una versión cantada en castellano.

No podíamos olvidarnos, en este capítulo, de uno de los cantantes con mayor trayectoria en Italia. Se trata de AL BANO, que daría sus primeros pasos a finales de los sesenta y que, aún hoy día, sigue editando discos y dando conciertos, siempre dentro de un estilo melódico. Tiene una potente voz, típica de la música popular italiana, como ya habréis comprobado, que le ha permitido interpretar canciones en registros muy agudos. Escuchamos su primer éxito, “Nel sole”, de 1967, con el que coronaría la lista de éxitos de ventas en Italia.

Por último, uno de los hits más internacionales de la época. Se trata de “Il mondo” del cantante JIMMI FONTANA, nombre artístico de Enrico Sbriccoli. Este tipo de canción melódica que enraíza en el soul americano con las voces abiertas de Italia tendrían mucho éxito en nuestro país, grabando el grupo español “Los Mustang” su propia versión del tema. Aquí lo escuchamos en el original italiano, claro está.

10 May 2011 at 6:24 pm 5 comentarios

MAKING CHRISTMAS – Danny Elfman


De la película musical Nightmare before Christmas dirigida por Henry Selick y producida por Tim Burton (Touchstone Pictures, 1993).

La fusión Burton-Elfman dio como resultado una de las mejores películas de animación de la historia del cine. Y no olvidemos que es una fusión de imagen y sonido, y que la banda sonora es la mitad de este maridaje. La parte animada está realizada mediante la técnica de «stop motion», es decir, tomando el movimiento de los muñecos fotograma a fotograma.

No era la primera vez que trabajaban juntos. Desde «La gran aventura de Pee-Wee» en 1985 había ganado un Grammy por Batman y compuesto el famosísimo tema de cabecera de la serie The Simpsons. Es decir, se encontraba en el punto álgido de su carrera. Pero lo más interesante para mi es su capacidad camaleónica de emular estilos y géneros. En este caso logra reproducir el ambiente de los musicales clásicos de Broadway, sin renunciar al carácter propio de su música ni al tono macabro que tanto abunda en la producción de Tim Burton.

Se trata de una canción coral, y no me refiero a «coro» (que también) sino al hecho de que la melodía vaya pasando por cada uno de los personajes de la escena, habitantes de la ciudad de Halloween que tratan de crear su propia Navidad. Para la instrumentación hace uso de una orquesta abundante en timbres, pero prescinde de sonidos más pop. Como he dicho, prefiere reproducir el ambiente del musical clásico. En la versión inglesa es más fácil apreciar el uso que hace de los timbres orquestales, cómo va moviendo las melodías por diferentes instrumentos y creando ambientes impresionistas con los arpegiados en la cuerda o la percusión.

Con esta simpática canción quiero desearos unas felices fiestas. Teniendo en cuenta cómo está la cosa, la peli da unas cuantas ideas interesantes sobre cómo ahorrar a la hora de comprar regalos y decoración navideña. Eso sí, el resultado puede ser un poco … aterrador!!!

Versión original:

Versión doblada en español:

24 diciembre 2010 at 3:09 pm 2 comentarios

SINGING IN THE RAIN – Gene Kelly


Letra de Arthur Freed y música de Nacio Herb Brown, publicada en 1929. Utilizada en la película homónima (Metro Goldwyn Mayer, 1952)

Parece que nuevamente se nos chafan unos días de descanso con la lluvia, tan necesaria por mis tierras pero tan inoportuna a veces. Por eso me he planteado poner al mal tiempo buena cara, como hace magistralmente Gene Kelly en esta famosa escena. Verle bailar y cantar bajo la lluvia te pone inmediatamente de buen humor :D

Como sucedería con muchas otras canciones, y con la música en general hasta hace unos 50 años, se trata de interpretaciones de temas antiguos. La originalidad no estaba sobrevalorada, como así ha sido a finales del siglo pasado y, si bien hoy día es posible ver renacer un interés por la música y no por la novedad gracias a las remezclas (en este post, una de ellas), sí es cierto que seguimos considerándolo segundo plato ante la «nueva obra».

En resumen, que se trata de una canción que aparece por primera vez en la película «Hollywood Revue of 1929» de dicho año, y que seguirá teniendo bastante presencia cinematográfica hasta el año 52, en que se estrena «Singing in the rain». Os pongo tambien la versión antigua porque es interesante la comparación. Escuchamos una clara evolución en los sistemas de grabación, ya que es posible que la del 29 se realizase con la clásica campana de gramófono, mientras que la del 52 utiliza, por supuesto, los micrófonos. También se aprecia el ruido que dejan los discos, probablemente de cera, del gramófono, algo que desaparecerá con la grabación magnética. Eso sí, la versión de Gene Kelly ha sido, con total seguridad, remasterizada y pasada por todo tipo de filtros que habrán reducido el ruido de las cintas al mínimo, cosa que no sucede en la otra versión. Pero podemos apreciar más diferencias que el ruido: la nitidez de los instrumentos, especialmente la presencia de graves en la más moderna, e incluso el tipo de voz empleado.

Hemos de tener en cuenta que el micrófono supuso una modificación notable de la forma de cantar, ya que permite disfrutar de texturas y matices de la voz que anteriormente no habríamos percibido. La voz de Gene Kelly, por ejemplo, tiene un agradable timbre, bastante mate, sin brillo. Es como si acabase de salir de un resfriado. También se aprecia falta de potencia, subsanable gracias a la amplificación del micrófono, si bien le resta emotividad a alguna de las partes. Por último, y a título muy muy personal, prescindiría de los «gallitos» que utiliza en un par de ocasiones como adorno vocal.

Parece que tan sólo estoy poniendo pegas a la interpretación del bailarín, a quien considero mucho más esto último que cantante, pero no es así. Ese sonido sin brillo ni potencia se convierte en característico del actor, aporta naturalidad y cercanía, es como si estuviese cantando tan sólo para nosotros. El cantante antiguo, con su gran potencia y amplitud vocal, resulta muy extrovertido y tiene mucho más complicado ese grado de intimidad que permite el micrófono (aunque los grandes lo consiguen, claro está).

La instrumentación y el ambiente del acompañamiento también ha sufrido notables cambios de una versión a otra. En el 29 estaba triunfando el swing de las big-bands por toda América, con su melodía principal en trompetas o clarinetes y la improvisación de saxos o trombones, herederos aún del Dixieland de banjo. Más de 20 años después, una película musical requería toda una orquesta (cuerda, viento y percusión). Queda latente el swing sinfónico, remarcado por el claqué de Kelly, pero serán los violines y flautas traveseras quienes llevarán el peso melódico, salvo en ocasiones en que pase a otro instrumento para dar mayor intensidad (metales) o variedad tímbrica (clarinetes o incluso el glockenspiel), pero manteniendo el carácter melódico romántico de la cuerda. Los compositores de cine musical, como se venía haciendo años atrás, recuperan el estilo sinfónico decimonónico. Justo lo contrario que venían haciendo los compositores contemporáneos de música «culta» para conciertos.

En cualquier caso, esta canción y todos sus aditamentos no son nada sin lo importante de la escena: Gene Kelly bailando (y cantando) bajo la lluvia. La escena es, a mi parecer, redonda. Dan ganas de salir a la calle y chapotear un rato.

Por cierto, como en otras ocasiones os encontraréis con el desagradable mensaje de «Video desactivado por solicitud». He buscado y rebuscado pero no hay manera. Me estoy planteando cómo hacer para que podáis escuchar (y a ser posible ver) estas escenas sin tanto rollo, pero desgraciadamente el negocio es el negocio y no entiende de gente que comparte sus cosas.

Versión de 1929:

También aparece una parodia de la película en mi adorada «La naranja mecánica» de mi amado Stanley Kubrick. Impresionante (y violentísima) escena de 1971:

Recientemente nos encontramos con una remezcla realizada por Mint Royale para un anuncio que toma la escena «prestada» de la película:

5 diciembre 2010 at 8:24 am Deja un comentario

MARÍA – Leonard Bernstein


Del musical de Broadway West Side Story (1956). Letra de Stephen Sondheim.

Hace unos días me llegó al muro de facebook uno de tantos vídeos compartidos con una escena entre Bernstein y Carreras en la que había enfado de por medio. Comencé a verlo, pensando que sería la típica chorradilla simpática que te sorprende o, al menos, te hace sonreir y de la que en cinco minutos te has olvidado. Sin embargo desde que le di al play del reproductor hasta que terminaron sus 10 minutos de duración no fui capaz ni de pestañear, absorto por la intensidad del vídeo, y a punto estuvieron de escapárseme unas lagrimitas de emoción con la toma final. Estaba asistiendo a un momento único en que la genialidad hacía acto de presencia.

La obra que estaban grabando era la canción «María», del propio Bernstein. El autor dirigía la orquesta y Carreras cantaba la parte del joven galán hispano enamorado. Casualidades de la vida, hace no mucho estuve escuchando el vinilo de esta banda sonora.

Debo decir, antes de meterme en el tema, que la música «americana» de principios del siglo XX no dejaba de ser una imitación de la tradición europea. Gracias a Bernstein y su interés por difundir la música, algunos autores de esta época empezaron a cobrar relevancia, incidiendo especialmente en las características «americanizantes» de su música. Así apareció la figura de un hasta entonces desconocido Charles Ives, convirtiéndose en uno de los primeros compositores con cualidades netamente estadounidenses, por su integración de la tradición europea con la de las bandas de calle y la música popular americana. Pero esto es carne de otro post sobre dicho autor, que por cierto me encanta.

Teniendo esto en cuenta, comprenderemos mejor el interés de Bernstein por hacer una música con cualidades nacionalistas, como es el caso de un musical, y en concreto el de West Side Story. La canción tiene ritmo de bolero, haciendo referencia al origen portorriqueño de la protagonista, pero también transmite el ambiente de las grandes canciones de amor de los musicales clásicos de broadway, con una instrumentación mucho más cuidada que en éstos. De hecho, las exigencias tímbricas son notables para un musical, cuya orquesta suele estar reducida al mínimo.

Es característico el intervalo de cuarta aumentada (tritono) que acompaña a la palabra «María». Éste era uno de los intervalos prohibidos en la música clásica, lo que Bernstein aprovecha por su capacidad para impulsar la música hacia adelante y conferirle a la canción un carácter modal (más jazzístico, menos clásico).

Pero, en este caso, me interesa más hablar de la genialidad del autor-director que de la obra en sí. Bernstein fue buen compositor, no lo dudo, pero lo que realmente le hizo importante fue su labor como director de orquesta.

Digo «genialidad», palabra imprecisa y escurridiza. La genialidad, o el genio, es algo que no podemos calibrar con precisión, algo que se aproxima peligrosamente a un concepto romántico del arte, pero que a veces aparece y no podemos dejar escapar. El vídeo de esta grabación nos presenta a un Bernstein ya maduro y un Carreras joven. O, según yo lo aprecio, como la genialidad de un director de orquesta es capaz de extraer magia de la voz de un gran cantante.

Detalles que me parecen muy interesantes:

  • La presencia de Bernstein es demoledora. El aura que desprende impresiona incluso en una grabación de vídeo.
  • Los errores de Carreras son muy habituales entre los cantantes líricos. Se trata de fallos, principalmente rítmicos, en la lectura de notas simples. Es conocida la anecdota de la mala lectura de Pavarotti. Esto no resta valor a la calidad de sus voces: para hacer música es imprescindible cantar bien, no leer bien.
  • Es curioso también ver la actitud del tenor, sus manías, cómo se mete en el papel, cómo se enfada cuando las cosas no salen como le gustaría. Insisto, cosas de cantantes.
  • Me interesa especialmente la grabación en sí, la cantidad de personas que se ven implicadas y cómo se requiere un sistema que casi podíamos llamar burocrático. Sorprendente el comentario de Bernstein, corrigiendo hasta las 4 de la mañana. No sólo era un genio, sino que además se lo curraba.
  • Por último, la toma final (¡la 125!) hace que se te pongan los pelos de punta. El tenor consigue el grado de emoción que requieren texto y música, la orquesta se mueve con él, y todo, no lo olvidemos, gracias a la tenaz labor de dirección de Bernstein, quien siempre tiene claro qué es lo que pretende con su música, a dónde quiere llegar.

Un vídeo para disfrutar de los entresijos de la genialidad y para emocionarse, finalmente, con una música mayúscula.

Fragmento de la película de 1961 de Robert Wise y Jerome Robbins. En este caso, la orquesta está dirigida por John Green y cantada por Jimmy Bryant. Oída la versión anterior sabrá a poco.

6 noviembre 2010 at 9:24 am Deja un comentario

EN UN MERCEDES BLANCO – Kiko Veneno


Del álbum Échate un cantecito (BMG Ariola, 1992)

Como tantos otros (y otras), conocí a Kiko Veneno cantando «Me siento tan feliz porque ella se ha enamorado de mi» disfrazado de Frankenstein en la Bola de Cristal, paradigma de la televisión infantil de los 80 y de la Movida. Lejos quedaría esta etapa de la que aquí escuchamos, bajo la cobertura de BMG-Ariola y el auspicio de Santiago Auserón. Aunque, seamos realistas, el videoclip no dista demasiado de las producciones de Televisión Española de una década antes (pero con menos gracia).

Y no me tiraba mucho a mi este rollo cuando salió el álbum. Tengo tendencia a fijarme más en lo negativo que hay en la fusión flamenco-pop o, como ahora «gusta de llamar», flamenquito. Sí que estaba adentrándome en varios mundos cercanos. Por una parte, el cante jondo, el flamenco de raíz, del que me fascinaban sus complejidades armónicas, su modalismo ancestral y los textos tan oníricos de que hacen uso los distintos palos. Por otra parte, como estudiante de conservatorio, hacía cursos sobre percusión latina y cubana en que no podía dejar de ver las similitudes entre Latinoamérica y el sur de España.

Abro paréntesis para aclarar que la rumba, que gobierna el reino del «flamenquito», procede de América y, anteriormente, de la influencia rítmica africana de los negros esclavos que allí llegaron. Música fogosa cargada de pasión y emoción que fascinó al mundo del flamenco, adoptándola para sí como tantos otros cantes «de ida y vuelta». Desgraciadamente, la rumba ha quedado relegada, en España, a una populachera repetición de esquemas y modelos que satisfacen a las masas en sus momentos de melopea. Aquí, en Sevilla, tenemos sobrados ejemplos (de rumbas y melopeas) en nuestra afamada Feria de Abril, en la que ha ido comiéndole terreno incluso a nuestra tradicional sevillana. Cierro paréntesis.

Esta canción cumple estos patrones de conducta, es una rumba flamenca en lo formal con tintes pop principalmente en los textos de Kiko. Pero tiene bondades que, a mi juicio, la sitúan por encima de la media. Para empezar, esta rumba conserva una estructura que me recuerda a sus orígenes cubanos y que se fusiona de forma natural con características más pop. Tiene una parte principal, la que da comienzo, que sirve en cierto modo de estrofa, y otra que hace las veces de breve estribillo (fusión flamenco-pop). Pero al final, sobre una rueda de acordes típicamente andaluza, repite un texto con diferentes variaciones, una especie de pregunta y respuesta (aquí sin coro) que nos transporta a sus orígenes cubano y, por qué no, africanos. Además, para dar mayor complejidad a la forma, tiene una sección central con una sencilla pero efectiva modulación. Es decir, una forma que conserva raíces pero sin renunciar a las libertades contemporáneas.

Instrumentalmente se mantiene dentro de los parametros propios del estilo, con un bajo que a veces podría recordar el tumbao cubano, las guitarras rasgueando, la percusión añadida a la batería (bongós y congas) y un órgano más «bluesero» (a ver, es Kiko Veneno, el que tenía un grupo con los Amador).

La letra es otro de los platos fuertes. La rumba se baila, de acuerdo, pero con una buena letra se puede también disfrutar a otros niveles. El mundo cuasi surrealista de Kiko hace acto de presencia, heredero confeso de García Lorca. No, no los voy a comparar, pero sí considero que en los textos pop de Kiko Veneno se ha colado esa forma de entender lo popular del poeta granadino.

Así que nada, aunque el videoclip sea de tan patética realización, siempre podeis rebuscar en el baúl de los recuerdos y poner «esa cinta otra vez hasta que se arranquen los cachitos de hierro y cromo».

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=6bnGxWkkiJo%5D

13 marzo 2010 at 11:18 am 2 comentarios

WILD IS THE WIND – Nina Simone


Composición de Dimitri Tiomkin para la película «Wild is the wind» (1957) de George Cukor.

La canción que os traigo en este post es un fantástico ejemplo de música ligera de mediados de siglo XX. Seguir su rastro hasta nuestros días, como veremos, supondrá una sorprendente vuelta de tuerca. Comencemos.

Tenemos, en el origen de todo, al compositor ucraniano de bandas sonoras Dimitri Tiomkin (Sólo ante el peligro, Gigante o 55 días en Pekín por citar sólo tres) y letrista americano Ned Washington. De su colaboración nace la partitura de «Wild is the wind», tema principal de la película homónima dirigida por George Cukor. Para dicha ocasión fue grabada por el cantante de moda Johnny Mathis, quien se movía en los terrenos de la canción ligera y el jazz más popular y cuya versión llegó a estar nominada al Oscar.

Este era el típico funcionamiento en la música popular americana de los 50: un productor (en este caso de cine) encarga a un compositor y un letrista una canción (o varias), busca al intérprete idóneo, el acompañamiento instrumental necesario (bien con arreglos del propio autor, bien de un segundo músico) y graba la versión para su lanzamiento y popularización. Diría yo que estos arreglos son del propio Tiomkin, ya que nos encontramos con su queridísima armónica entre las cuerdas en tiempo medio. Siendo un tema bien interpretado y con muchas posibilidades, hoy día queda un poco difuminado en la montaña de canciones ligeras que se produjeron en la época.

Pasaron casi 10 años hasta que a la increible cantante, compositora y pianista Eunice Kathleen Waymon (Nina Simone) se le pasó por la cabeza volver a grabar el tema en una versión muy particular, demostrando una vez más el camaleonismo de que hacía gala tanto en grabaciones como en concierto. Frente a los menos de 2 minutos y medio de la versión de Mathis, Simone se atrevía a mantener la tensión hasta 7 minutazos. La música ligera empezaba a «pesar» en la grave voz de la cantante, tras un proceso de ralentización del tempo, al que parece que cuesta avanzar (es lo que se conoce como tocar «detrás del pulso»). Las frases se demoran y largas notas sostenidas nos descubren su rápido vibrato. Del acompañamiento desaparece la orquesta de cuerdas (y por supuesto la armónica) para quedar tan sólo un contrabajo en pizzicato y batería con escobillas… y el piano. El piano. Sin duda el contrapunto perfecto para Simone, con su cantar tan apasionado, tan jadeante y lleno de personalidad, es ese piano que se ha cargado de romanticismo, que vuela libremente entre las frases vocales. Entre los dos (voz y piano) son capaces de realizar larguísimos y extenuantes crecendi en que cada pregunta deja paso a otra pregunta, cada acorde a otra incertidumbre, y que magistralmente cierra un piano subito con remate modal, para que no podamos pensar que estamos en el Hollywood de los finales felices.

Tremendo. Esta mujer había llevado una canción sencilla, romántica y popular a lo más alto del lied del siglo XX. Como a mi me gusta, saltándose las barreras estilísticas: ¿es jazz, es soul, es pop…?. Es Nina Simone.

Lo curioso es que la versión del 66 responde mejor a las pasiones que se desarrollan en la película de Cukor, ya que es uno de los pocos acercamientos al Neorrealismo que se realizaron desde los Estados Unidos.

Continúo. Otro camaleón de la música, diez años después. Al David Bowie del 76 se le apetece grabar una versión del tema tras un encuentro con Nina Simone (parece ser ya más suyo que de Tiomkin). La música pop es bien distinta a la de los 50. Bowie hace sus canciones, las interpreta con su grupo e incluso produce. Las figuras del compositor y letrista han quedado diluidas en los medios tras el éxito de los grupos que hacen sus propias canciones.

El inglés hace, claro está, su versión. Acompañamiento de guitarra eléctrica con efectos de ecualización, acústica, bajo y batería, que carecen en este caso del contrapunto de las otras versiones. Escuchada hoy día resulta un tanto insípida (a mi me lo resulta, vaya). Bowie carga las frases de emotividad, influenciado sin duda por Simone, pero la evolución no alcanza las cotas de ésta. Ejemplo es el fade out del final, triste modo de terminar una canción.

A esta le seguirán otras muchas. Clan of Xymox, George Michael, Cat Power, Billy Mackenzie, Barbra Streisand… Y llegamos a 2008, año en que vio la luz la película de Sam Mendes «Revolutionary road». En ella se cuenta la historia de una pareja común que ve cómo sus sueños e ilusiones se van difundiendo con el paso de los años y la monotonía de sus vidas. Para darle la intensidad necesaria al trailer, que refleje la crudeza del film, se mira hacia Nina Simone y su Wild is the wind, hacia esa pasión amorosa que debería ser feliz pero que se encuentra cargada de tristeza y melancolía. Magistral.

Desde la banda sonora de la película de 1957 hasta el trailer de «Revolutionary road» han pasado 50 años y la música, las películas y su mundo ha cambiado. Y sin embargo, la emoción que Nina Simone despierta sigue siendo la misma.

Para un placer completo, la letra:

Love me love me love me
Say you do
Let me fly away
With you
For my love is like
The wind
And wild is the wind

Give me more
Than one caress
Satisfy this
Hungriness
Let the wind
Blow through your heart
For wild is the wind

You…
Touch me…
I hear the sound
Of mandolins
You…
Kiss me…
With your kiss
My life begins
You’re spring to me
All things
To me

Don’t you know you’re
Life itself
Like a leaf clings
To a tree
Oh my darling,
Cling to me
For were creatures
Of the wind
And wild is the wind
So wild is the wind

Wild is the wind
Wild is the wind

21 septiembre 2009 at 7:57 pm 2 comentarios

NUBA – Anónimo


Atrium Musicae de Madrid dir. Gregorio Paniagua album «Musique Arabo-Andalouse» (Harmonia Mundi, 1977)

1. Inshad – Insiraf

2. Touchia – Sana’a

La música que vuelve a la vida gracias a las orquestas tradicionales del norte de África da buena muestra del nivel cultural que pudo llegar a alcanzarse en la Andalucía medieval. Lo que se escucha en este disco de Atrium Musicae son fragmentos de una nuba (nawba), especie de suite vocal e instrumental con una estructura fija y que permite a los músicos improvisar. Es una aproximación a lo que fue en tiempo la música de los reinos Andalusíes, ya que una nuba completa venía a durar unas 6 horas.

Y por si la imaginación no os sitúa en un reino de jardines y fuentes en el que la música y la poesía (junto al ajedrez) lo inundan todo, debeis saber que existía una nuba diferente para cada hora del día (aunque en Marruecos sólo se han conservado 11 de ellas). En este sentido, la música andalusí está clarísimamente conectada con la clásica India o muchas otras del Lejano Oriente, en que los modos musicales se adaptan a los momentos en que se interpretan, tanto a nivel físico (hora del día, época del año) como psicológico (estado emocional).

Es habitual que toda la música andaluza se relacione con el modo frigio medieval (modo de mi), así como la música árabe, con alguna segunda aumentada por lo exótico. Limitar la riqueza artística andaluza o árabe a este cliché es una simplificación muy lejana a la realidad. La música andalusí heredó los ocho modos orientales (griegos), que aumentó hasta doce en el siglo IX y a los que añadió otros cinco en el XIII, llamándose a partir de entonces maqamat.

Si comparamos esta música con la que se venía desarrollando en los reinos cristianos vemos que, mientras estos centran su interés y estudio en las formas religiosas, aquella tiene un carácter indudablemente profano, abordando temas como el amor, la belleza, la sensualidad, siempre referidas a la perfección de la obra de dios. Es decir, habían «humanizado» su música religiosa, produciendo así una maravillosa música profana instrumental y vocal. De nuevo muestras de que una mente abierta permite avanzar en el arte sobre la cerrazón cristiana, a cuyos reinos les costaría mucho más desarrollar una música instrumental o profana digna de mérito.

Punto aparte merece la interpretación de estas piezas. La base melódica queda establecida a priori, y sobre ella se desarrolla una improvisación de todos los instrumentos que intervienen (sin determinar), aportando cada uno los adornos o variaciones que estime convenientes. Este juego melódico se conoce como heterofonía, textura en la que sólo interviene una melodía pero que logra crear un atractivo juego polifónico que a oídos occidentales puede resultar algo chocante. Es ese tipo de técnicas que, de antiguo, resultan increíblemente modernas. Atrium Musicae no acentúa el carácter heterofónico -es un punto de vista más occidental- pero las orquestas tradicionales andalusíes de Marruecos, integradas por un importante número de instrumentistas, son menos reticentes a crear esa «nube sonora», esa red de melodías que camina conjuntamente.

Para otro post dejaré la cuestión instrumental, de la que hay que hablar en profundidad. De momento conformémonos con una versión que utiliza prácticamente los mismos instrumentos para hacer música andalusí, sefardí o cristiana medieval (es decir, muy a la «España de las tres culturas»).

Una música que era interpretada durante tanto tiempo y en un contexto muy distinto del de los conciertos actuales resulta difícil de asimilar en la cultura del «usar y tirar», de las prisas y el afán de lucro. Y un grupo como el de Paniagua tan sólo puede traer al público moderno el aroma de un reino que se perdió en el tiempo.

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=JyhESs3CuRM%5D

16 septiembre 2009 at 8:06 am Deja un comentario

STRANGE FRUIT – Billie Holiday


Compuesta y escrita por Abel Meeropol en 1939. Grabada para Commodore Records gracias a Milton Gabler, ya que la casa discográfica de Holiday, Columbia Records, rehusó grabarla.

Hace unos días se cumplían los 50 años de la muerte de la increíble «Lady Day». Decidirse por una canción de su repertorio como homenaje es tarea ardua: «Don’t Explain», «Solitude», «My man»… Pero cuando se escucha a esta Billie ya tocada por la heroína interpretando en directo «Strange fruit» con el único acompañamiento del piano (excepto el último acorde), se disipan las dudas. Es demoledora.

Lo mismo han debido pensar muchas, muchas personas, porque resulta que la revista Time consideró en 1999 que era la mejor canción del siglo XX. Nada menos. Y es que para algunos ha supuesto la mejor experiencia de agitación y propaganda política de la historia. Y, además, es poesía y música. ¡Que maravilla!

El texto os lo adjunto más abajo para que podáis disfrutar plenamente de la experiencia. También os daré algún enlace interesante sobre la canción. Ya sabéis que para mi lo primero es la música, aunque aquí tenemos que hablar casi de mousikē en el sentido más clásico, en que se unen sin distición música y poesía. De hecho, la primera vez que la escuché esta interpretación se me vino a la mente un lied del XIX. El texto hace referencia a los linchamientos que seguían produciéndose en el sur de los Estados Unidos. Los cuerpos de los negros colgados de los árboles son esa «extraña fruta» de la que nos habla en una hermosísima y terrible metáfora. Sobre el cálido y bucólico ambiente del sur (escenas pastoriles, el olor de las magnolias, la brisa del sur, los álamos) cae la tremenda realidad de la muerte, algo que impactó a Abel Meeropol pese a (o precisamente por) ser judío y de origen ruso. Con esos antecedentes y metiéndose en tales sutilezas, le tocaría declarar frente al comité Rapp-Coudert sobre la posible influencia comunista. Que cosas.

Sobre la música propiamente dicha, lo que más destaca en las grabaciones de Billie Holiday es siempre su personalísima voz. Es curioso que sea tan extremadamente limitada (apenas una octava), y aún más cuando las drogas y el alcohol fueran mermándola. Pero sería la forma de interpretar, casi podríamos decir de «vivir» cada una de sus canciones, la que haría que se convirtiera en una cantante irrepetible. Dos hechos hacen que pueda sentir en lo más profundo la letra de «Strange fruit». Por una parte, sufrir ella misma la segregación racial, teniendo que utilizar el montacargas en algún hotel y muriendo su padre sin que ningún hospital le atendiese por su condición afroamericana. Por otra parte, su turbulenta vida, con episodios como la prostitución, violación, drogodependencia, alcoholismo, encarcelamiento… Una persona que podía entender a la perfección cualquier canción que hablase de dolor y de sufrimiento.

No podemos olvidarnos de las raíces de su música. Es evidente que la intensidad emocional que imprime Billie Holiday parte del blues. A mi me recuerda mucho, y he confirmado que fue una de las fuentes de las que bebió, a Bessie Smith. En esta canción, o en la manera que tiene la Holiday de afrontarla, se dejan ver estas profundas huellas del sur. Louis Armstrong también sería una referencia para Holiday, si bien el trompetista revolucionaría la canción americana a muchos niveles que escapan de una mera influencia personal. A esta sólida base imprime Lady Day su personalidad, especialmente en los giros vocales que nos recuerdan al habla, en delicados portamenti de altura imprecisa pero exactitud meridiana. Éste es, tal vez, el recurso que más fascina de la cantante, junto a un impecable swing que hace que se mueva por el ritmo como trapecista sin red, siempre arriesgando.

Un último comentario para el sobrio acompañamiento de piano, muy adecuado a la ocasión. Como en un lied, remarca y profundiza en el texto y la melodía de voz. Los tensos silencios que crean cantante y pianista intensifican la expresividad del poema. Maravilloso su final, con un último acorde al que se une un grupo de vientos para, de inmediato, crear un silencio que deja sin respiración. No puede haber mejor punto final.

El prometido texto, con su correspondiente traducción:

Southern trees bear strange fruit, (Los árboles del sur tienen un fruto extraño)
Blood on the leaves and blood at the root, (Sangre en las hojas y sangre en la raíz,)
Black bodies swinging in the southern breeze, (Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur,)
Strange fruit hanging from the poplar trees. (Extraño fruto que cuelga de los álamos.)

Pastoral scene of the gallant south, (Escena pastoral del galante sur,)
The bulging eyes and the twisted mouth, (Los ojos abultados, la boca torcida,)
Scent of magnolias, sweet and fresh, (El aroma de las magnolias, dulce y fresco,)
Then the sudden smell of burning flesh. (Y de pronto el olor de la carne quemada.)

Here is fruit for the crows to pluck, (Aquí está el fruto que arrancarán los cuervos,)
For the rain to gather, for the wind to suck, (Para que reciba la lluvia, para que chupe el viento,)
For the sun to rot, for the trees to drop, (Para que el sol la madure, para que los árboles la suelten,)
Here is a strange and bitter crop. (Aquí está una extraña y amarga cosecha.)

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=h4ZyuULy9zs%5D

Interesante artículo sobre la canción pinchando aquí.

21 julio 2009 at 4:34 pm 2 comentarios

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