Posts tagged ‘música sinfónica’

BACHELORETTE – Björk


Del álbum Homogenic (One Little Indian, 1997)

Después de más de dos meses de sequía, trabajando en otros blogs y plataformas online educativas, vuelvo a publicar. Pero lo hago inspirado por ese trabajo que estoy desarrollando, principalmente para mis alumnos y alumnas de secundaria. Y es que entre las audiciones de 1º de ESO he incluido esta fabulosa canción de la islandesa Björk. Debo decir que este curso no utilizo libro de texto con ellos, decepcionado por la oferta que las editoriales me ofrecieron el curso pasado, y estoy trabajando con mi propia plataforma Moodle. Para mi sorpresa, las audiciones que he planteado hasta el momento han funcionado de maravilla. Lo normal habría sido tener que valorar las que van mejor o peor y cambiar algunas, pero las que he usado hasta el momento van estupendamente.

En el caso concreto de Björk, y teniendo en cuenta que son chicos y chicas que nacieron dos años después de la publicación de este tema, el atractivo procede también de la imagen que acompaña: el fabuloso videoclip que ideó Michel Gondry. En este caso, mis alumnos deben seguir con atención la historia, tratar de comprender qué sucede en el vídeo, qué historia nos cuenta, y buscar la metáfora que encierra dicha historia. Este último momento es el más interesante, porque da lugar a que algunos superen las espectativas que uno pone en la actividad.

Se trata de una actividad muy visual, en la que la música juega un papel secundario. Sin embargo, me parece una forma excelente de que esta música forme parte de su catálogo musical, en general todavía escaso y basado en lo que en su entorno más cercano pueda escucharse (padres, tíos, algunos amigos mayores) o la música para niños o adolescentes. ¿Significa eso que me parece secundaria la música de este videoclip? Evidentemente que no. Es un recurso, como otro cualquiera, para formar oyentes futuros con oídos abiertos a cualquier experiencia. Tened en cuenta que antes habían escuchado (en clase, me refiero) un repertorio tan heterogéneo como la Toccata en Re de Bach, 4’33» de Cage, Primer movimiento de la 5ª sinfonía de Beethoven, Un americano en París de Gershwin, Ionisation de Varese, el final de Obertura 1812 de Chaikovski y dos fragmentos de Bailar en la oscuridad de Björk. Este trabajo profundiza en la música de la cantante.

Luego volveremos al ejercicio del videoclip. Ahora hablaremos un poco de la música.

Bachelorette forma parte de una trilogía que comenzó con «Human behaviour» (de su primer álbum en solitario, «Debut») y siguió con «Isobel» (del siguiente, «Post»). En esta ocasión, Isobel viaja a la ciudad con un libro en blanco que encontró en el bosque, y que para su sorpresa se autoescribe con lo que le va sucediendo. Una idea tan surrealista como tantas otras maravillosas letras de Björk. Hay que decir que el autor de la letra es el poeta islandés Sjón, que ya había escrito la letra de Isobel. Además, esa introducción hablada del videoclip y las escenas que vemos no encuentran una relación directa con la poesía cantanda, que parece hablar de otra cosa. El propio nombre de la canción, «Soltera», da pocas pistas. Aún así, siempre agradezco que la poesía vuelva al lugar de donde nunca debió partir: la música.

Desde que escuché esta canción, allá por la fecha de edición del CD, fue una de mis favoritas del disco, junto con «Joga». El ambiente de sinfonismo es muy de mi agrado, con una percusión electrónica que en general se limita a acompañar sin estridencias, destacando tan solo en las partes más suaves. La repetitiva melodía del principio evoluciona gracias al movimiento armónico de la cuerda, alcanzando una sección de dinámica más suave en la que una instrumentación más sutil permite un emocionante crescendo para regresar a la parte anterior. Parece ser que el final en diminuendo con un acordeón era bastante más extenso, pero que mentes comerciales pegaron el correspondiente corte musical. Una lástima, la idea que se deja entrever promete.

Pero regresemos a la actividad del videoclip. La wikipedia nos ofrece esta sinopsis de la historia:

«Isobel encuentra un libro en blanco en su jardín y decide viajar a la ciudad cansada del campo. Entonces descubre que según lo que va haciendo, el libro se va escribiendo sólo y al acabarlo, bajo el título de «My Story» lo presenta a una editorial y se enamora del editor. El libro resulta ser todo un éxito y al ser presentado en un teatro, la copia original comienza a borrarse ella sola y a reescribirse. Cansados de tener tantos personajes diferentes, el libro pierde todo su éxito y entonces Isobel decide devolverlo a donde lo encontró.»

Desconozco si el autor de esta sinopsis estaba bien informado o no, pero yo no lo entiendo así. Para mi es mucho más acertado el comentario de Hernán Ferreirós en este artículo:

«Gondry, como un director enfrascado en las paradojas de las estructuras recursivas, hace que sus clips se plieguen sobre sí mismos y se conviertan en reflexiones sobre el medio. Ésa es la intención que expresa claramente el video de Bachelorette de Björk, en el que vemos al público mirar una obra de teatro que muestra al público mirando una obra de teatro que muestra al público…».

Y, como comentaba yo al principio, esto encierra una metáfora, o podríamos entenderlo como una metáfora (que viene siendo lo mismo). La que más me gusta es la metáfora del éxito, de la fama que se obtiene con facilidad (me encuentro un libro que se escribe sólo) que termina en un círculo cada vez más viciado (el ambiente de los sucesivos escenarios se vuelve más oscuro y lúgubre cada vez) y termina por devolvernos al lugar de donde vinimos (Isobel termina en el bosque de nuevo).

Es una interpretación de la muchas que podemos hacer, pero que a mi me vale y es estupenda para trabajar en clase. Lo sorprendente, como os contaba al principio de esta entrada, es cuando un alumno o alumna de 12 años te sugiere una intepretación igualmente válida y que va, incluso, más allá de lo que probablemente Gondry habría pensado. Esa es una de las grandes ventajas del surrealismo. Me encantó la de un niño que pensó en cómo los árboles van apareciendo en el videoclip, hasta llenarlo todo. Todos aquellos libros que se habían publicado estaban hechos de papel, y el papel sale de los árboles. De este modo, sería la venganza de naturaleza por la destrucción que sufre de manos humanas. ¿A que es una interpretación bonita e imaginativa? Disfrutad, por fin, de esta «venganza».

Muy interesante lo que hace en un escenario esta mujer. Es impresionante el esfuerzo por reproducir lo que se escucha en el disco, currado hasta el mínimo detalle. Salvando las desafinaciones de la cuerda más o menos lógicas en estos ambientes, el resultado me parece muy potente para un escenario. Esto pertenece a un concierto en Cambridge en 1998. Precioso y oscuro escenario.

15 diciembre 2011 at 6:04 pm 6 comentarios

TRENO A LAS VÍCTIMAS DE HIROSHIMA – Krzysztof Penderecki


Para 52 instrumentos de cuerda. Compuesta en 1959.

Es muy difícil expresar el horror. No estoy diciendo asustar, sorprender o inquietar. Hablo de un auténtico relato del sufrimiento de una población azotada por un hecho horroroso. Y eso es lo que Penderecki extrae de cada uno de los sonidos de los instrumentos de cuerda frotada de los que hace uso: dolor, sufrimiento, llanto, … horror.

Todos nos hemos quedado impresionados por las imágenes que llegan de Japón. Un terremoto al límite de la escala Richter, el tsunami consecuente, los miles de muertos y desaparecidos, los centenares de miles de desplazados, las ciudades arrasadas, el peligro nuclear.

Hace menos de 6 meses caminábamos alegremente, Grace y yo, por Tokio, disfrutando de sus maravillas y de la bondad de su gente. Ahora demuestran hasta qué punto son civilizados (tal vez sea el pueblo más civilizado del mundo) con su comportamiento ante una catástrofe de esta magnitud. Su sentido del deber y su responsibilidad social hacen que los efectos colaterales (vandalismo, saqueos, violencia, multitudes que colapsan) sean mínimos, por no decir inexistentes. Ya nos pareció impresionante en su día. Ahora, nuestro asombro no tiene límites.

Ante esto, no podía dejar de hacer un homenaje a ese Japón, icono de civilización avanzada, que es tan duramente golpeado por el inmenso poder de la naturaleza, algo a lo que ni el país más preparado para los terremotos puede hacer frente. Por desgracia, los compositores japoneses no están entre los que más escucho, y lo poco que conozco no responde a lo que quería expresar. Así que he tenido que ir hasta Polonia para encontrarme con una pieza que narra otro acto de horror de su historia, con la diferencia de que, en aquella ocasión, fuimos los humanos quienes provocamos el sufrimiento de miles de personas. Se trata del atroz punto y final de la Segunda Guerra Mundial puesto por los estadounidenses al dejar caer sobre Hiroshima y Nagasaki sendas bombas nucleares.

Las estimaciones de la Radiation Effects Research Foundation consideran que las bombas habrían matado a unas 140.000 personas en Hiroshima y otras 80.000 en Nagasaki, muchas de las cuales murieron por envenenamiento por radiación. En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron civiles.

Sería interesante hacer un balance acerca de cuántas películas, documentales, series, libros, noticias, nos repiten el holocausto nazi y el horror de los campos de concentración (que, por cierto, supusieron la muerte de entre 11 y 12 millones de personas), y de cuantas nos recuerdan que los Estados Unidos también optaron por el «exterminio», como si la población de esas ciudades fueran simples piececitas de plástico en un juego de guerra.

Por fortuna, ningún otro gobiernante, ni el tirano dictador del país más belicoso de la tierra, ha empleado los mismos métodos inhumanos. Y pasan ya más de 50 años. Aunque el desarme nuclear sigue siendo una utopía deseada por casi todos, pero a expensas de unos cuantos que se niegan a soltar el poder que les otorga un simple botón. ¿Para cuándo los políticos se preocuparán por las personas?

Pero vayamos a la música. En esta obra de algo más de 8 minutos, un joven y desconocido Penderecki se abre paso por el mundo de la música contemporánea de su tiempo. Desde su primera audición, la obra causó un fuerte impacto en la audiencia. Ganó un simple tercer premio en Katowice, pero su repercusión fue importante y permitió al autor darse a conocer internacionalmente.

La obra está compuesta sobre las bases del serialismo, incluye técnicas de microtonalidad (cuartos de tono) , clusters y contrapunto de bloques sonoros, desarrollado fundamentalmente por Ligeti en obras posteriores como Atmospheres o Volumina. Y la escritura es casi siempre gráfica, es decir, no hace uso del pentagrama convencional. Este tipo de escritura empezó a usarse cuando los compositores pretendían un efecto sonoro concreto en el que la altura del sonido y la rítmica no tuviesen que ser precisas. A menudo se indica la técnica a emplear y la densidad aproximada de los sonidos, y es el director o el propio intérprete quien tiene que determinar el resto de parámetros. Es lo que John Cage había llamado, unos años antes, indeterminación.

 

Página de la partitura de "Treno"
Página de la partitura de «Treno»

 

Otra de las sorpresas que nos depara esta obra es el uso de técnicas instrumentales no convencionales, como tocar las cuerdas más allá del puente, o golpearlas literalmente con el talón del arco. Para mi, uno de los efectos más dramáticos tiene lugar cuando los chelos realizan una nube de breves glissandi que nos hace pensar que en una masa de personas que se arrastran lamentándose a gritos por un sufrimiento que no pueden expresar con palabras. Es este dramatismo tan efectivo el que sin duda hizo reconsiderar a Penderecki el título de la obra, que al principio llamó con un abstracto 8’37». Esa triste moda de la época hubiera empobrecido una pieza que merece un lugar destacado en la historia de la música.

Tiene un «pero», a mi parecer, esta obra. Se trata precisamente de su duración. O tal vez de su resolución final. Cuando escucho el «Treno» de Penderecki, me sumerjo en un recorrido emocional muy intenso, que desde sus primeros segundos de sonido te exige una alta implicación. La obra transcurre por diferentes pasajes que ofrecen distintos niveles de intensidad, pero que, en general, y como requiere el tema que trata, son siempre muy expresivos y significativos. Casi simbólicos. Para mi, esta intensidad requiere un mayor desarrollo: el oyente deja de escuchar cuando todavía no se ha resuelto nada, cuando aún está esperando el anticlimax.

No me parece intencionado, aunque es mi sensación, claro está. Pero si lo es, si Penderecki realmente pretendía dejarnos ese amargor en el espíritu, entonces la obra maestra alcanza los niveles de radiación al que se enfrentaron los pobres japoneses. El compositor escribiría en 1964 «Dejé en el treno expresada mi firme creencia de que el sacrificio de Hiroshima nunca será olvidado y abandonado.» Para que no lo olvidemos, os dejo su música.

26 marzo 2011 at 5:16 pm 2 comentarios

EL DANUBIO AZUL – Johann Strauss (hijo)


Título original: An der schönen blauen Donau (En el bello Danubio azul), opus 314, compuesto en 1867.

Es tradición mía de año nuevo, desde que tengo memoria, levantarme el primer día del año, poner la tele y encontrame con la Filarmónica de Viena interpretando, entre otros, este afamado vals. Burgueses de todas partes tocando palmas en viejuna alegría o soñando íntimamente con el momento en el que decir a sus amistades: «yo estuve allí».

No, no es el hecho de ir a un concierto el día 1 de enero lo que me resulta criticable, sino que éste en concreto resume todo lo negativo que tiene, para mi, la música clásica: el envoltorio. Los trajes de gala, el snobismo, la exclusividad… para poder escuchar una música, eso sí, maravillosa. Y es que si los Strauss, especialmente Johann hijo, se han convertido en símbolo musical de Viena, por algo será.

Recordemos que los valses y polkas que compuso, que ayudaron a popularizar esta música en Austria, eran bailes de salón para las fiestas de la época. Estamos en el siglo XIX, la tiempo en que una burguesía estilosa busca conciencia de clase. Esta música les unifica, les sitúa en el status que quieren. En este sentido, poco se diferencia de músicas populares posteriores como el rock and roll o incluso el rap, que marcaban de alguna manera a quienes la interpretaban, bailaban y admiraban.

Por tanto, si bien es una música que identificamos rápidamente con Austria, y en ese sentido se ha convertido en nacionalista, lo cierto es que el proceso ha sido un poco a la inversa: se ha querido relacionar a esta música con el país. De hecho, está considerado el segundo himno nacional austríaco. También se relaciona vals con música clásica, y esto es debido (pienso) a que es una de las pocas músicas de este género que ha llegado a popularizarse a un nivel comparable con otros más apreciados por los mass media como el pop.

Es año nuevo, he encendido la tele y allí estaban orquesta, pingüinos, marchas, valses, polkas, dorados, adornos florales… toda la parafernalia. ¿Por qué este vals es diferente del resto de músicas que suenan en tan señalado concierto?

El lento inicio, con trémolo de cuerdas, suave llamada de trompas y respuesta de las flautas, no nos prepara para un vals sino para una escena. Es música programática, es un manso Danubio aproximandose a Viena. A continuación, cambia el carácter para acelerar el paso brevemente, con un repentino frenazo en una serie descendente que termina en notas que quedan sueltas por el aire de la sala en la cuerda grave… y arranca la conocida melodía insertada en el un-dos-tres tradicional.

Pero Strauss no facilita el sentido de baile. No me lo imagino pensando en bailarines deslizándose por un salón burgués. De hecho, la pieza fue un encargo del director de un coro masculino vienés y tiene su letra y todo. Lo que sucede es que no funcionó bien como vals coral, pero reventó como vals instrumental. Así, la melodía ascendente que todos conocemos, rematada con dos rítmicos acordes en repetición, siguiendo siempre el mismo dibujo melódico, estaba pensada para las voces. Este es un detalle de importancia, ya que no es lo mismo una melodía instrumental (con más posibilidades, agilidad, tesitura) que vocal, especialmente de coro (un solista tendrá más posibilidades). Dicha simplificación melódica, el que sea cantabile, ayuda a su popularización.

Destaco su complejidad formal, volviendo recurrentemente al tema principal, pero también modificándolo a gusto. El propio Strauss apreciaba su coda, la variación última que hace del tema para darle sentido conclusivo. También me agrada especialmente cómo conjuga con maestría el sonido legato de las cuerdas y los picados del viento. La melodía gana en relieve y elegancia, y probablemente es esto lo que hace que funcione mejor como pieza instrumental. Las voces tienden a aplanar un poco la música.

A mi me encanta su rubato, técnica frecuente del XIX y que los valses utilizaron hasta la saciedad. De hecho, el vals vienés tiene un característico ritmo que consiste en acelerar un poco el un-dos y dejar el tres (tiempo débil, último del compás) algo suelto, destacado. Es un peculiar «groove» que da personalidad a esta música. También la complica y la nacionaliza. Lo mismo que los guiris son incapaces de seguir en condiciones un sencillo ternario de sevillanas, a los forasteros nos debería costar entender ese un-dos-tres del vals vienés.

Un último detalle que hace de esta una gran música es su inclusión en ese vuelo espacial de «2001: A space odyssey» de mi querido Kubrick (los que me seguís sabéis que siento debilidad por él). Cuando estás viendo esas escenas de gravedad cero en el transbordador espacial te parece que no existe música más liviana que ésta. Magistral.

Os pongo la versión de 2009 con Baremboim. No está mal, pero tampoco es la mejor. Se admiten propuestas. Me reservo opinión sobre la horterada (ups, se me escapó) de los bailarines. Se ve que los burguesitos se aburrían de escuchar y había que entretenerles.

No os perdáis la escena de 2001. Desde la introducción uno entiende que los nacionalismos carecen de sentido, que la música es algo más universal.

1 enero 2011 at 12:00 pm 1 comentario

MAKING CHRISTMAS – Danny Elfman


De la película musical Nightmare before Christmas dirigida por Henry Selick y producida por Tim Burton (Touchstone Pictures, 1993).

La fusión Burton-Elfman dio como resultado una de las mejores películas de animación de la historia del cine. Y no olvidemos que es una fusión de imagen y sonido, y que la banda sonora es la mitad de este maridaje. La parte animada está realizada mediante la técnica de «stop motion», es decir, tomando el movimiento de los muñecos fotograma a fotograma.

No era la primera vez que trabajaban juntos. Desde «La gran aventura de Pee-Wee» en 1985 había ganado un Grammy por Batman y compuesto el famosísimo tema de cabecera de la serie The Simpsons. Es decir, se encontraba en el punto álgido de su carrera. Pero lo más interesante para mi es su capacidad camaleónica de emular estilos y géneros. En este caso logra reproducir el ambiente de los musicales clásicos de Broadway, sin renunciar al carácter propio de su música ni al tono macabro que tanto abunda en la producción de Tim Burton.

Se trata de una canción coral, y no me refiero a «coro» (que también) sino al hecho de que la melodía vaya pasando por cada uno de los personajes de la escena, habitantes de la ciudad de Halloween que tratan de crear su propia Navidad. Para la instrumentación hace uso de una orquesta abundante en timbres, pero prescinde de sonidos más pop. Como he dicho, prefiere reproducir el ambiente del musical clásico. En la versión inglesa es más fácil apreciar el uso que hace de los timbres orquestales, cómo va moviendo las melodías por diferentes instrumentos y creando ambientes impresionistas con los arpegiados en la cuerda o la percusión.

Con esta simpática canción quiero desearos unas felices fiestas. Teniendo en cuenta cómo está la cosa, la peli da unas cuantas ideas interesantes sobre cómo ahorrar a la hora de comprar regalos y decoración navideña. Eso sí, el resultado puede ser un poco … aterrador!!!

Versión original:

Versión doblada en español:

24 diciembre 2010 at 3:09 pm 2 comentarios

MARÍA – Leonard Bernstein


Del musical de Broadway West Side Story (1956). Letra de Stephen Sondheim.

Hace unos días me llegó al muro de facebook uno de tantos vídeos compartidos con una escena entre Bernstein y Carreras en la que había enfado de por medio. Comencé a verlo, pensando que sería la típica chorradilla simpática que te sorprende o, al menos, te hace sonreir y de la que en cinco minutos te has olvidado. Sin embargo desde que le di al play del reproductor hasta que terminaron sus 10 minutos de duración no fui capaz ni de pestañear, absorto por la intensidad del vídeo, y a punto estuvieron de escapárseme unas lagrimitas de emoción con la toma final. Estaba asistiendo a un momento único en que la genialidad hacía acto de presencia.

La obra que estaban grabando era la canción «María», del propio Bernstein. El autor dirigía la orquesta y Carreras cantaba la parte del joven galán hispano enamorado. Casualidades de la vida, hace no mucho estuve escuchando el vinilo de esta banda sonora.

Debo decir, antes de meterme en el tema, que la música «americana» de principios del siglo XX no dejaba de ser una imitación de la tradición europea. Gracias a Bernstein y su interés por difundir la música, algunos autores de esta época empezaron a cobrar relevancia, incidiendo especialmente en las características «americanizantes» de su música. Así apareció la figura de un hasta entonces desconocido Charles Ives, convirtiéndose en uno de los primeros compositores con cualidades netamente estadounidenses, por su integración de la tradición europea con la de las bandas de calle y la música popular americana. Pero esto es carne de otro post sobre dicho autor, que por cierto me encanta.

Teniendo esto en cuenta, comprenderemos mejor el interés de Bernstein por hacer una música con cualidades nacionalistas, como es el caso de un musical, y en concreto el de West Side Story. La canción tiene ritmo de bolero, haciendo referencia al origen portorriqueño de la protagonista, pero también transmite el ambiente de las grandes canciones de amor de los musicales clásicos de broadway, con una instrumentación mucho más cuidada que en éstos. De hecho, las exigencias tímbricas son notables para un musical, cuya orquesta suele estar reducida al mínimo.

Es característico el intervalo de cuarta aumentada (tritono) que acompaña a la palabra «María». Éste era uno de los intervalos prohibidos en la música clásica, lo que Bernstein aprovecha por su capacidad para impulsar la música hacia adelante y conferirle a la canción un carácter modal (más jazzístico, menos clásico).

Pero, en este caso, me interesa más hablar de la genialidad del autor-director que de la obra en sí. Bernstein fue buen compositor, no lo dudo, pero lo que realmente le hizo importante fue su labor como director de orquesta.

Digo «genialidad», palabra imprecisa y escurridiza. La genialidad, o el genio, es algo que no podemos calibrar con precisión, algo que se aproxima peligrosamente a un concepto romántico del arte, pero que a veces aparece y no podemos dejar escapar. El vídeo de esta grabación nos presenta a un Bernstein ya maduro y un Carreras joven. O, según yo lo aprecio, como la genialidad de un director de orquesta es capaz de extraer magia de la voz de un gran cantante.

Detalles que me parecen muy interesantes:

  • La presencia de Bernstein es demoledora. El aura que desprende impresiona incluso en una grabación de vídeo.
  • Los errores de Carreras son muy habituales entre los cantantes líricos. Se trata de fallos, principalmente rítmicos, en la lectura de notas simples. Es conocida la anecdota de la mala lectura de Pavarotti. Esto no resta valor a la calidad de sus voces: para hacer música es imprescindible cantar bien, no leer bien.
  • Es curioso también ver la actitud del tenor, sus manías, cómo se mete en el papel, cómo se enfada cuando las cosas no salen como le gustaría. Insisto, cosas de cantantes.
  • Me interesa especialmente la grabación en sí, la cantidad de personas que se ven implicadas y cómo se requiere un sistema que casi podíamos llamar burocrático. Sorprendente el comentario de Bernstein, corrigiendo hasta las 4 de la mañana. No sólo era un genio, sino que además se lo curraba.
  • Por último, la toma final (¡la 125!) hace que se te pongan los pelos de punta. El tenor consigue el grado de emoción que requieren texto y música, la orquesta se mueve con él, y todo, no lo olvidemos, gracias a la tenaz labor de dirección de Bernstein, quien siempre tiene claro qué es lo que pretende con su música, a dónde quiere llegar.

Un vídeo para disfrutar de los entresijos de la genialidad y para emocionarse, finalmente, con una música mayúscula.

Fragmento de la película de 1961 de Robert Wise y Jerome Robbins. En este caso, la orquesta está dirigida por John Green y cantada por Jimmy Bryant. Oída la versión anterior sabrá a poco.

6 noviembre 2010 at 9:24 am Deja un comentario

SINFONÍA FANTÁSTICA – Hector Berlioz [1ª parte]


Dicen muchos libros de historia de la música que el romanticismo empieza con la Sinfonía Fantástica. Si bien esta es una afirmación muy simplicista para los tiempos que corren, algo habrá en esta obra que hizo que los cimientos musicales de aquellos tiempos se tambaleasen.

Remontémonos al pasado. No, no, a la época de Berlioz no, sino a la primera vez que yo escuché esta pieza. Había vuelto a retomar mis estudios musicales con energía (después de la adolescencia, ya me entendéis) y quería saberlo y escucharlo todo. De modo que, cuando leí en el libro X o escuché en la clase Y la afirmación que preside este post, me lancé a una escucha pasional, esperando quedar subyugado por aquellos sonidos. Pero no fue así. Para mi mente de entonces, la Sinfonía Fantástica sonaba a clasicismo, si bien bastante raro.

En realidad, ese «bastante raro» es el punto que tiene la obra de Berlioz. Yo esperaba una audición romántica convencional, y me quedé con la idea de que era música clásica rara, lo que atribuía yo a diversas razones: que era una pieza temprana, que era francesa, que era de transición… Así que, cuando me aburrí de los románticos tardíos y su sonido sinfónico pastoso y denso, allí estaba ese extraño músico francés para volver a ser escuchado con nuevos oídos. Entonces sí, entonces empecé a darme cuenta de qué nivel eran los atrevimientos del compositor.

Para empezar, Berlioz era un romántico-romántico. Esta sinfonía está compuesta en un rapto de pasión amorosa a sus 23 añazos por la actriz irlandesa Henrietta «Harriett» Constance Smithson, quien esta interpretando a Shakespeare por aquel entonces. En un principio no se la llevó al huerto, pero finalmente terminó casándose con ella tras varias peripecias (que incluyen nuevos enamoramientos, intrigas e incluso intento de asesinato y suicidio), lo que le sirvió para separarse de ella pocos años después. Como ya he dicho, un romántico-romántico.

De esta manera de entender la vida quedará impregnada su obra. E.T.A. Hoffmann, hablando de la 5ª sinfonía de Beethoven, dijo «cuando se habla de la música como arte autónomo debería circunscribirse sólo a la música instrumental, la cual, rechazando toda ayuda, toda intromisión de otro arte, expresa con nitidez lo concreto, la esencia del arte, que sólo puede reconocerse en ella». Podríamos pensar que Berlioz se encontraba lejos de este ideal romántico, si bien nos dice en el prefacio de su sinfonía que ésta «puede ofrecer por sí misma un interés musical independiente de todas las intenciones dramáticas».

La sinfonía programática, es decir, una pieza sinfónica con estructura literaria, no se aleja del ideal romántico de Hoffmann. Se trata de una forma romántica instrumental, de modo que se aproxima al concepto de la música per se que el filósofo decimonónico considera la panacéa artística. Estamos tratando, por tanto, con una forma musical que transgrede las normas clásicas (sinfonías de cuatro movimientos de estructura fija) al adaptarse a un texto literario, pero que pretende ir más allá de las palabras. Y no hay nada más romántico que eso.

Pero será, a mi juicio, el aspecto tímbrico el que hará que la música de Berlioz vuele a gran altura. De hecho, si bien otros autores ya habían coqueteado con la música programática, no se me ocurre ningún antecedente para lo que Berlioz hizo con la instrumentación en esta obra. Es importante saber que Berlioz nunca aprendió a tocar el piano, de modo que su forma de instrumentar era, en cierto modo, más libre que la de Beethoven. El francés nos regala un sonido orquestal más ligero y ágil, más fragmentario, pasando a menudo la melodía por diferentes instrumentos en lo que podría considerarse un antecedente de la «melodía de timbres» que buscarían los autores de las vanguardias del siglo XX.

La cuestión instrumental es la que hace que podamos escuchar esta obra como «rara», y a la vez la que permite que volvamos a ella insistentemente para dejarnos sorprender con sus atrevimientos. Con este pequeño esbozo me despediré por hoy, aunque muchísimo más queda por decir de esta obra maestra de la historia de la música. Queda para un segundo comentario profundizar en la temática de la obra y en su estructura cíclica. De momento, simplemente, apasionaos con una escucha sin condicionantes literarios en la versión de uno de los grandes defensores de Berlioz, Leonard Bernstein. Puro romanticismo en los años 70.

8 septiembre 2010 at 8:10 am 4 comentarios

CONCIERTO PARA CLARINETE – Wolfgang Amadeus Mozart


La memoria hace que la música sea música. No son las novedades las que nos emocionan, sino la melodía tantas veces escuchada, que no podemos evitar tararear (o cantar en la ducha a voz en cuello) y que nos alegra, nos entristece, nos hace estremecer de placer o dolor. Una música sin memoria sería como explicar un chiste: perdería toda su gracia porque no podríamos distinguirla de los sonidos cotidianos que nos rodean. Y los sonidos cotidianos de nuestra vida los relegamos (así debe ser) al fondo. No tienen interés.

Los clásicos se dieron cuenta de todo esto. Ellos querían darle al oyente melodías, ritmos y texturas para emocionarse, haciendo uso de unas estructuras fijas en las que se movían de las mil maravillas. De este modo, los asistentes a un concierto podían disfrutar de música que enganchaba a la primera, gracias a esquemas que ya conocían y melodías que sonaban varias veces para poder recordarlas. «No surprises», como dijeron mis amados Radiohead.

Evidentemente, esto resulta demasiado estático incluso para el más clásico entre los clásicos. El arte no puede quedarse en una simple repetición de modelos. Así que tuvo que aparecer el concepto de desarrollo. Una vez expuestas y recordadas las ideas musicales del autor, núcleo de la pieza, éste nos muestra qué es capaz de hacer con todo aquello, qué lejanos mundos podemos visitar gracias a su maestría. Variaciones que, sin alejarse de lo recordable (una melodía, un ritmo) iban transformándose en algo mayor, que comprendemos y que a la vez nos supera. El desarrollo de la sonata clásica retoma lo conocido (los temas de la exposición) y aporta novedades. Es antiguo y moderno, conservador y progresista, tradicional y vanguardista.

No hablaremos aquí de la estructura completa de un concierto clásico. Baste lo ya dicho: formas que se repiten como un modelo a seguir por autor y oyente, pero que se renuevan en los grandes compositores. Como auditorio, por tanto, dejémonos llevar por las ideas musicales de Wolfi y su enorme maestría. Además, estaba situando en primera posición (la del solista) a un instrumento novedoso para su época, el clarinete, al que ya había integrado en su orquesta y  que casi supone una «marca de la casa» en su obra.

Mozart, de hecho, representa el paradigma de todo lo que he comentado. En su música la memoria es fundamental, tanto en sus formas clásicas como en sus motivos melódicos, rítmicos, armónicos. Sin embargo, así como otros se limitan a repetir patrones, el salzburgués no parece esforzarse en sus esquemas: le nacen de las imaginación de forma natural. Y sí, el modelo es siempre el mismo, la omnipresente forma sonata en sus múltiples variaciones. Pero cuando se hace uso de ella con tanta naturalidad, se está reinventando constantemente.

Os traigo de propina una sublime idea. El comienzo del segundo movimiento de este concierto para clarinete de Mozart fue usado en el arranque de Memorias de África y … ¡Bingo! Sidney Pollack se llevó el oscar a la mejor película y John Barry a la mejor banda sonora (con algo de ayudita, ¿eh?).

Un fascinante clásico del cine desde el guión hasta la realización. A mi juicio, una de las mejores aperturas de la historia del cine, especialmente en lo que a conjunción entre música, texto e imagen se refiere. Continuando con el tema del post (la memoria), si eres capaz de ver 20 veces una misma película y la piel se te sigue erizando, es que estás ante una obra maestra del cine.

Memorias de África [siento la calidad del vídeo, no he encontrado otro]

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=hD4nKN3pBCA%5D

Primer movimiento
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=MwP5hfkyN9I%5D
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=2G50BbzRhiw%5D

Segundo movimiento
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=yPjtRSgg2fg%5D

Tercer movimiento
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=Wg1pWZauSFw%5D

1 diciembre 2009 at 7:13 am Deja un comentario

CHE GELIDA MANINA / SÌ, MI CHIAMANO MIMI – Giacomo Puccini


Perteneciente al primer acto de La Bohème (1896). El libreto se basa en la novela por entregas Escenas de la vida bohemia de Henry Murger, publicada en el periódico El Corsario a lo largo de cinco años (1845-1849). Libreto realizado por Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Interpretado por Luciano Pavarotti en el papel de Rodolfo y Mirella Freni como Mimi.

Con la llegada de la primavera cada año el aula de música se llena de ópera. Tengo mi selección de clásicos en DVD, junto a las audiciones del libro de texto, para ir avanzando poco a poco en su historia y que los chicos y chicas puedan acercarse a ella con «amabilidad». ¡Oh maravilla de la tecnología! Todas las versiones (menos un Orfeo et Euridice de Gluck) tienen subtítulos en español, de manera que los fragmentos que voy poniendo pueden ser apreciados como si los entendiésemos. Este es el primer y, la mayoría de las veces, definitivo paso para que alguien que no conocía ni apreciaba la ópera empiece a tomarle gusto. Una buena historia de amor, algún giro del destino que entorpece los pasos del héroe, el soliloquio de un amante cautivo… relatos que siguen teniendo vigencia y que continúan emocionando como hace siglos.

Evidentemente, con un fragmento de 5-10 minutos por ópera va bien la cosa: no estamos preparados, así de golpe, para tragarnos un tocho de 2 ó 3 horitas (profesores y profesoras de música del mundo, no exijan a su alumnado lo que la mayoría de los adultos no serían capaces de soportar). Pero esos minutos en que da comienzo una historia, en que Figaro planea su boda con Suzanna, en que Carmen se pavonea delante de los soldados, en que Alfredo brinda por el amor y Violetta vive la vida apasionadamente, ignorante de su cruel destino, esos minutos son suficientes para sembrar una semilla que puede dar sus frutos en el futuro.

El momento cumbre de dicha primavera operística se produce cuando Rodolfo le abre la puerta a Mimi, su vecinita; se conocen, se gustan y se cuentan pequeños detalles de sus vidas en las dos maravillosas arias que tenéis aquí. No desvelaré más detalles del encuentro, tendréis que escucharlo. Es evidente que no todo el mundo aprecia esta música, ni este relato en concreto. Pero para mi gusto, en este momento afloran de manera sublime los sentimientos gracias a una música que te llega a lo más profundo del alma.

¿Qué sucede para que una simple conversación de dos desconocidos devenga profundo amor sin más que unas notas musicales de por medio? Ese es el misterio de estas dos arias. Para empezar, debemos situarnos en la estética de la época: el verismo. La ópera romántica está en decadencia, Verdi no compondría ninguna ópera hasta su muerte en 1901 y de Francia llegan los aires del naturalismo literario, que defiende que la novela debe reflejar detalles de la vida contemporánea, dando mayor relieve a factores económicos y sociales en las relaciones humanas. Carmen de Bizet había significado un paso de gigante hacia esta temática socialmente comprometida, pero no sería sino 15 años más tarde, con Cavalleria rusticana de Macagni, cuando el estilo comenzaría a tomar cuerpo en Italia.

Además de la temática, de la que La bohème es claro ejemplo con su historia de gentes humildes que viven en el París bohemio, el verismo va a aportar una serie de cambios significativos en la manera de construir óperas. Tal vez la más significativa tenga que ver con la formalidad del género. Hasta el XIX, la ópera se asentaba sobre tres tipos de formas musicales: el recitativo, el aria y los coros. Estos se sucedían para cada uno de los momentos dramáticos, generando así lo que se conoce como «opera de números«, por la manera en que se secciona en partes claramente diferenciadas. Ya había habido intentos de reforma en el XVIII para lograr mayor verosimilitud dramática, evitando repeticiones innecesarias y asemejando recitativos y arias para que el discurso avanzase con mayor fluidez. Sería sin embargo la ópera romántica la que lograría fusionar recitativos, arias y coros, de manera que resulte prácticamente imposible separarlos. En este caso podemos hablar de recitativos (cuando la melodía se vuelve más monótona y repetitiva) y arias (las dos que se enuncian en el título son claros ejemplos), pero todo está conectado sin solución de continuidad.

Con respecto a la orquestación de Puccini, está llena de color. Se trata de un conjunto posrromántico, en el que es frecuente el uso del arpa y la cuerda en su plenitud. Me gusta comparar la sonoridad del maestro italiano con las imágenes de Klimt, si obviamos el erotismo de este último. Su colorido, las imágenes simbolistas cuyos fondos están llenos de elementos decorativos, la imagen figurativa delineada, comparable con la melodía definida, el gusto por lo oriental… Son estéticas muy distintas, pero para mi están más cerca de lo que se podría pensar.

Aún a riesgo de ser más exaustivo de lo que ya soy, me detendré en algunos momentos del vídeo. Al comienzo, en situación de recitativo, los dos vecinos van a conocerse. Sobre melodías estáticas Puccini situa un fondo que puntualiza de forma sublime el momento en que se encuentran en el rellano. El color cambia cuando ella se recupera, gracias al pizzicato de la cuerda, que alternará con arcos. A partir de aquí el ritmo se acelera, y una primera melodía alterna entre los dos protagonistas mientras buscan la llave perdida. De forma muy delicada llegamos al momento en que él le toma de la mano y se la calienta para que, acompañado con el arpa, dé comienzo el aria «Che gelida manina». Puccini se mueve a su antojo en este momento, acelerando o deteniendo el ritmo según lo pida el texto. Despliega aquí su melodismo hasta el límite, con una expresividad que alcanzará su climax en la frase «una dulce esperanza» (inevitable aquí los pelos de punta con la voz del mejor Pavarotti). La música toma un texto sencillo, de un amor muy tierno, y lo sublima para hacerlo volar muy alto. El teatro se viene abajo, lógicamente.

Le toca el turno a Mimi, quien en su aria (comienzo del segundo vídeo) retoma las ideas melódicas del aria anterior para contarnos su sencilla vida de costurera. Las referencias orientales son mucho mayores en este momento, y los rubati también se acentúan. En medio de su discurso, Puccini nos emociona con el «primer rayo de sol de abril». Es curiosa la forma que usa: las melodías ocupan mucho espacio expresivo, pero se desarrollan en muy poco tiempo y desaparecen para dar lugar a la siguiente. Se repiten las ideas, confiriendo unidad al aria, pero su construcción no es fluida. En este sentido es música muy posrromántica: decadente e increíblemente sentimental, y sin embargo con la capacidad de tocarte la fibra sensible. A destacar el final, un llamativo cuasi-recitativo.

Aquí termina la audición en clase, con el segundo aplauso de un público emocionado. El final de este primer acto, a mi juicio, pierde fuelle: las melodías se vuelven repetitivas y no se alcanza la intensidad que ya se había logrado. Si bien la conclusión, con el escenario vacío y las voces de los amantes dando su último agudo, está muy bien planteado.

Con respecto a la versión, ésta es cabalmente la que pongo en clase. Un Pavarotti aún joven nos muestra el torrente de voz que le hizo tan famoso, cantando con la naturalidad con la que era capaz de deslumbrar. Mirella Freni es una Mimi delicada, sencilla, que mantiene un magnífico equilibrio entre su voz lírica y la simplicidad que exige el personaje, emocionando con sus agudos. Una versión excelente para una obra excelente. Eso sí, la compresión del audio es de pena. Os recomiendo buscarla por ahí con mejor audio (yo trataré de subir algo mejor).

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=ixvkjyOjc3Y%5D

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=ATrmncCD3Wo%5D

25 junio 2009 at 3:25 pm 1 comentario

CONCIERTO PARA PIANO Nº 5 – Ludwig van Beethoven


Concierto para piano n.º 5 en mi bemol mayor, op. 73 «Emperador». Fue escrito entre 1809 y 1811 en Viena y está dedicado a Rodolfo de Austria (Cardenal), patrón y pupilo de Beethoven. Fue estrenado el 28 de noviembre de 1811 en la Gewandhaus de Leipzig. En 1812 Carl Czerny, estudiante del compositor, estrenó la obra en Viena.

Imagino a Beethoven, ya bastante sorderas, encerrado en ese desordenado cuarto que nos muestran algunas de las imágenes de la época, deprimido por su enfermedad y por la Europa que le tocó vivir. Lo imagino un pesimista empedernido, un sufridor nato, pero también un cabezota de tomo y lomo. Si la falta de vista obliga a potenciar los demás sentidos para conectarse con el mundo, la de oído debe provocar un notable enclaustramiento interior, un distanciamiento del medio que rodea. En el caso del maestro alemán, su mundo interior gozaba de un universo sonoro tan increible que era capaz de exteriorizarlo mediante geniales partituras como ésta.

Siendo el último concierto para piano del compositor, es también el más conocido. Se trata de una obra madura en la que se aprecian importantes innovaciones románticas de principios del XIX. Pertenece a la época «heroica» del autor, su período medio, una fase de crisis en que su creciente sordera le lleva a obras épicas y que reflejan su lucha interior.

Formalmente dista poco de sus homónimos clásicos, con la salvedad de que Beethoven no dejaba las cadencias a la improvisación del intérprete. Reproduce los tres movimientos clásicos: Allegro (Forma sonata) – Adagio un poco mosso – Allegro ma non troppo (Rondó). Los dos últimos movimientos se interpretan sin solución de continuidad y, teniendo en cuenta que el primero es notablemente largo, se crea así la ilusión de dos partes iguales en duración, algo que repetiría en otros conciertos. Como broche de oro tenemos la capacidad de desarrollo del maestro: partiendo de motivos musicales sencillos era capaz de generar piezas musicales enormes.

Junto al piano, instrumento romántico por excelencia, la orquesta está integrada por 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes en si bemol, 2 fagotes, 2 trompas, 2 trompetas, timbales y la cuerda al completo. Una orquesta que empieza a tener unas dimensiones decimonónicas, pero que mucho tendrá que crecer todavía hasta llegar a las mastodónticas formaciones de Bruckner o Mahler.

Trataré ahora de hacer un análisis más detallado por movimientos, conforme voy presentando los vídeos.

El primer movimiento, una forma sonata, se aleja del clasicismo desde primera hora. En lugar de la tradicional estructura, Beethoven abre la obra directamente con un gran acorde de la orquesta al que siguen breves cadencias escritas en partitura. Hay que recordar que la «cadenza» aparecía al final del movimiento cuando, como decimos por aquí, «está to el pescao vendío», y que aquí se le ha dado la utilidad opuesta: la apertura de la pieza. En estas cadencias vemos la importancia que tendrán las escalas y los trinos durante todo el concierto. Tras la última de ellas pasamos a los temas principales, ahora sí manteniendo la forma clásica de doble exposición, la primera a cargo de la orquesta y la segunda en las manos del piano solista. El desarrollo aparece como evolución lógica de estos temas y sin las separaciones y obviedades clásicas. De hecho, será frecuente que los desarrollos de sonata románticos se fundan o incluso comiencen ya durante la exposición. A destacar las escalas cromáticas descendentes en la mano izquierda (comienzo del segundo vídeo) y los trinos. En el tercer vídeo nos encontramos con una bellísima y muy delicada cadencia clásica. La coda de este movimiento es también particularmente larga, algo necesario para cerrar como es debido un movimiento muy intenso y enérgico.



El segundo movimiento es, sencillamente, maravilloso. Sin perder el carácter épico de la obra, adquiere éste un lirismo que es especialmente destacable en el piano. Beethoven aumenta el melodismo difuminando el ritmo mediante los rubati y el uso de algún grupo de valoración irregular. Vuelve a utilizar con profusión los trinos, perdiendo la mero función de adorno y tomando cuerpo como una sonoridad personal y propia.

El tercer movimiento sigue ininterrumpidamente al segundo y es un típico rondó. El tema principal es interpretado por el piano y luego respondido por la orquesta. Escalas en el piano introducen el segundo tema, con el mismo enfrentamiento (propia de los conciertos) entre piano y orquesta. En la tercera sección, a comienzos del 2º vídeo, se presenta el tema A (el primero) en tres tonalidades diferentes, en línea con los desarrollos de Beethoven. Precisamente rondando el 2º minuto de este vídeo hay un pasaje modulante del piano que me parece fascinante por lo atrevido que resulta. Lo más interesante es la potencia rítmica que despierta en la orquesta; el tercer movimiento de la forma concierto seguían aún manteniendo el carácter de danza que tuvo en su origen. Para el final, Beethoven se reserva una última carta bajo la manga: el piano y los timbales se responden suavemente, deteniendo el ritmo de la pieza, para luego rematar como se tenían que acabar estas cosas: con el chin-pún correspondiente.


Sobre la versión: después de escucharme media docena de versiones en el Youtube dí con esta maravilla, que me parece con energía suficiente para considerarla bastante «heroica». Sin duda, la Filarmónica de Viena con Bernstein al frente es una apuesta segura. Y Zimerman, además de estupendo con esas barbas de jipi, está que se sale al piano. El sonido es un poco chillón y parece muy «tuneado» con la rever de la muerte, pero es mejor que todo lo demás que he escuchado.

11 junio 2009 at 12:12 am 6 comentarios

PRELUDIO – Richard Wagner


De Tristán e Isolda, drama musical en tres actos. Comenzada en 1856 y estrenada en 1865 en el Hoftheater de Munich. Libreto del propio compositor.

Ayer tuve la suerte de asistir a una de las mejores representaciones de ópera que haya visto en el Teatro Maestranza de Sevilla (Gracias a Jesús y Vi). Y eso que era el ensayo general. Los cantantes, de lo mejorcito, que Wagner es Wagner. La orquesta no estuvo mal, si bien precisamente las partes orquestales que más me gustan de la ópera -preludio y comienzo del tercer acto- quedaron reguleras. Y la puesta en escena, enorme. Pero bueno, este no es un blog de crítica de conciertos, aunque ha sido inevitable dedicar un post a la magistral obra de Wagner. En concreto me centraré en el preludio, la parte más conocida e interpretada junto con la muerte de Isolda.
Sobre el Preludio de Tristán e Isolda han corrido ríos de tinta. Obra emblemática surgida a mediados del XIX, en la cumbre del romanticismo, de una mente más bien enferma pero prodigiosa. Brecha abierta a la tonalidad que abre paso a lo que se conoce como tonalidad ampliada y que cierra a la vez la era de la música tonal. El acorde que abre la pieza, tras tres simples y enigmáticas notas de los violines, sorprendió de tal forma a los teóricos que es conocido, desde entonces, como el «acorde del Tristán». Os recomiendo que veáis el segundo vídeo que adjunto, el primero de una serie de documentales de la BBC que llevó a cabo sobre la música del siglo XX, de la mano del director de orquesta Simon Rattle, en que sitúa en ese acorde el origen de toda la 2ª escuela de Viena.
Yo no llegaré a tanto. Creo que la afirmación del inglés de que Europa iba a convertirse en «algo nuevo» en el siglo XX me parece muy atrevida para el vetusto continente. Pero eso es harina de otro costal (ya hablaremos del dodecafonismo). En todo caso, con el Preludio de Tristán la música romántica toca techo, y ni los posrrománticos más megalómanos llegarán a la intensidad que se concentra en este, como gustaba a Wagner llamar a sus óperas, «drama musical». Este es una de las mayores cualidades de la pieza: concentra en pocos minutos la intensidad armónica y orquestal que luego seguirá teniendo, sólo que esta vez en tres actos que, cada uno, dura ya más de una hora. Wagner no era precisamente dado a la síntesis.
En este «zumo exprimido de Tristán» aparecen algunos de los leitmotiv que luego irán balizando el camino hacia el éxtasis amoroso: el motivo de la mirada, del filtro amoroso, de la angustia de Tristán, del filtro de la muerte… A mi particularmente (que no me crucifiquen los wagnerianos) me parece una cuestión de estilo que no afecta demasiado al resultado, ya que simplemente se trata de usar un motivo melódico u otro y, con tanta transformación y variedad, se le pierde el hilo. Pensad que existen más de 60 motivos en esta ópera. En definitiva, que para mi es bella esta música sin necesidad de tanta filosofía y cuestiones extramusicales.
Pero en la tragedia de amor-muerte a la que da comienzo este preludio hay un elemento muy importante y que no siempre es valorado en su justa medida: la melodía infinita. Wagner, en su deseo de hipnotizar al público, de tenerlo en ascuas desde las primeras notas de su obra, trata de no dar descanso a la melodía, que sigue avanzando sin solución de continuidad. En este romántico deseo (la pasión sin fin) sí que se esconde el virus que disolverá la tonalidad. Wagner construye el Preludio huyendo del reposo que poseen las obras clásicas y que lo confiere la nota principal, la tónica. Su obra es un devenir constante de tonalidades de paso, un cromatismo que ofrece nuevas posibilidades que a su vez nos llevarán por otros caminos. Y, sobre todo, es la búsqueda de un climax que nunca llega, pero que siempre parece al alcance de la mano.
Una vez leí (o me contaron) que la música de Wagner es lo más parecido a un orgasmo que hay. A esta afirmación tendría que añadir: pero a un orgasmo múltiple. ¿Qué os parece a vosotros?

[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=fktwPGCR7Yw%5D
[Youtube = http://www.youtube.com/watch?v=oRy2FICKXqY%5D

20 May 2009 at 5:46 pm Deja un comentario

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